1. Iré a visitarlos por tercera vez. Toda cuestión debe decidirse por la declaración de dos o tres testigos.

2. Ahora que estoy ausente, les repito la advertencia que les hice en mi segunda visita: cuando vuelva, seré implacable con los que pecaron y también con todos los demás.

3. Esta será la prueba que ustedes buscan de que es Cristo el que habla por medio de mí: él no se muestra débil con ustedes, sino que ejerce su poder en ustedes.

4. Es cierto que él fue crucificado en razón de su debilidad, pero vive por el poder de Dios. Así también, nosotros participamos de su debilidad, pero viviremos con él por la fuerza de Dios, para actuar entre ustedes.

5. Examínense para comprobar si están en la verdadera fe. Pónganse a prueba seriamente. ¿No reconocen que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos que la prueba se vuelva contra ustedes mismos!

6. Entonces tendrán que reconocer -así lo espero- que ella no se vuelve contra nosotros.

7. Pedimos a Dios que no hagan nada malo, no para que nosotros salgamos airosos de la prueba, sino para que ustedes hagan el bien, aunque de ese modo la prueba se vuelva contra nosotros.

8. Porque no tenemos ningún poder contra la verdad, sino a favor de ella.

9. Sí, nosotros nos regocijamos de ser débiles, con tal de que ustedes sean fuertes. Lo que pedimos en nuestra oración es que lleguen a ser perfectos.

10. De ahí el tono de esta carta que les escribo durante mi ausencia, para que cuando llegue no me vea obligado a ser severo, usando del poder que el Señor me ha dado para edificar y no para destruir.

11. Por último, hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.

12. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos.

13. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.






“Ouço interiormente uma voz que constantemente me diz: Santifique-se e santifique!” São Padre Pio de Pietrelcina