1. Judit se postró con el rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza y dejó al descubierto el áspero sayal que llevaba. Era precisamente la hora en que se ofrecía en Jerusalén el incienso de la tarde en el templo de Dios, cuando clamó al Señor así:

2. "Señor, Dios de mi padre Simeón, en cuyas manos pusiste la espada para castigar a aquellos extranjeros que desnudaron, violaron y deshonraron a una virgen, profanando su seno. Hicieron todo eso, aunque tú habías prohibido hacerlo.

3. Pero entregaste a sus jefes a la matanza y su lecho, que presenció su ignominia, al engaño y a la sangre; castigaste a los esclavos juntamente con los poderosos, y a éstos en sus tronos;

4. abandonaste a sus mujeres al rapto y a sus hijos al cautiverio, y todas sus posesiones a que fueran repartidas entre tus hijos predilectos, que ardiendo en celo por ti, detestaron la profanación de su sangre e invocaron tu ayuda.

5. ¡Oh Dios, Dios mío, escucha a esta viuda! Tuyo es el pasado, el presente y el futuro; lo que has pensado, se ha hecho. Las cosas que has decidido, se han realizado.

6. Todos tus caminos están preparados y previstas tus decisiones.

7. Los asirios se han crecido con su poder, se han enorgullecido de sus caballos y jinetes, se han jactado de la fortaleza de su infantería, confían en la espada y en la jabalina, en el arco y en la honda, pero no quieren reconocer que tú eres el Señor que decide las guerras.

8. Tu nombre es "el Señor". Deshaz su fuerza con tu poder y humilla su dominio con tu ira, pues pretenden profanar tu santuario, violar el tabernáculo donde mora el nombre de tu gloria y arrancar con hierro los cuernos de tu altar.

9. Mira su orgullo. Descarga tu ira sobre sus cabezas y da a mi mano de viuda la fuerza precisa.

10. Castiga con la seducción de mis palabras al esclavo y al señor, al jefe y a su servidor. Acaba con su fanfarronería por medio de mi mano de mujer.

11. Pues no está tu fuerza en la multitud ni en los poderosos tu dominio, sino que eres Dios de los humildes, socorro de los oprimidos, protector de los débiles, defensor de los abandonados, salvador de los desesperanzados.

12. Sí, Dios de mi padre y Dios de Israel, Señor de cielos y tierra, creador de las aguas, rey de la creación entera, escucha mi plegaria.

13. Dame palabras seductoras para herir y deshacer a los que tienen tan perversos planes contra tu alianza, contra tu santuario, el monte de Sión y la casa que pertenece a tus hijos.

14. Haz que todo el pueblo y todas las tribus reconozcan que eres, oh Dios, todopoderoso y fuerte, y que fuera de ti no hay defensor del pueblo de Israel".





Uma filha espiritual perguntou a Padre Pio: “O Senhor cura tantas pessoas, por que não cura esta sua filha espiritual?” Padre Pio respondeu-lhe em voz baixa: “E não nos oferecemos a Deus?” São Padre Pio de Pietrelcina