Katholische Bibel
 

Ezequiel, 14

14. Pero si se encuentran en ese país estos tres hombres: Noé, Daniel y Job, ellos salvarán su vida a causa de su justicia -oráculo del Señor-.

Verse im Zusammenhang mit Ezequiel, 14:

Ezequiel 14 habla sobre la reprensión divina con los líderes idólatras de Israel que buscaban orientación del Profeta mientras aún mantenían a sus ídolos en sus corazones. Dios afirma que aquellos que se aferran a sus ídolos no pueden esperar escuchar su voz. Aquí hay cinco versos relacionados con los temas cubiertos en Ezequiel 14:

Jeremías 7:9-10: "Usted hace robo, homicidios, adulterio y juramentos falsos, incienso en el incienso a Baal y camina a otros dioses que nunca ha conocido. Y luego vienes, y me presentas, en esta casa, ¿Lo que se llama por mi nombre y, digamos, fuimos liberados, para hacer todas estas abominaciones? " Este versículo muestra que muchas personas en Israel practicaban actos pecaminosos y aún continuaron buscando a Dios en su templo.

Isaías 1:15: "Cuando extiendas tus manos, te escondiré de ti mis ojos; y aunque multiplicarás tus oraciones, no las escucharé, porque tus manos están llenas de sangre". Este versículo señala que Dios no escucha las oraciones de aquellos que cometen pecados serios.

Jeremías 11:11, "Entonces, así, el Señor dice, he aquí que les traeré un mal que no puedan escapar; y lloraré conmigo, pero no los escucharé". Este versículo enfatiza que Dios no cumplirá con las oraciones de aquellos que buscan su ayuda si continúan siguiendo sus propios caminos.

Salmo 66:18: "Si hubiera contemplado la vanidad en el corazón, el Señor no me habría escuchado". Este versículo señala que la iniquidad en el corazón de uno puede evitar que Dios escuche sus oraciones.

Proverbios 1:28-29: "Entonces me llamarán, pero no responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Porque aburrieron de la ciencia y no preferían el miedo al Señor". Este versículo muestra que aquellos que desprecian la sabiduría y el miedo al Señor no tendrán sus oraciones escuchadas.





“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina