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  • Y aquel mismo día Labán separó los machos cabríos manchados, todas las cabras manchadas, toda res con manchas blancas y todas las ovejas negras, y se las entregó a sus hijos, (Génesis 30, 35)

  • Buscó varas verdes de álamo, almendro y plátano, las descortezó e hizo en ellas franjas blancas, dejando así al descubierto lo blanco de las varas. (Génesis 30, 37)

  • Colocó luego las varas, así descortezadas, unas frente a otras en las pilas y abrevaderos adonde iban a beber los ganados, los cuales se encelaban al ir a beber. (Génesis 30, 38)

  • Y así, apareándose delante de las varas, engendraban y parían crías rayadas o manchadas. (Génesis 30, 39)

  • Jacob puso aparte las ovejas y las apareó con machos negros o manchados del rebaño de Labán; de este modo se hizo un rebaño propio separándolo del rebaño de Labán. (Génesis 30, 40)

  • Cuando las reses robustas se encelaban, Jacob ponía las varas delante de ellas, para que se apareasen a vista de las varas. (Génesis 30, 41)

  • Pero ante las débiles no las ponía. Y así las crías débiles eran para Labán y las robustas para Jacob. (Génesis 30, 42)

  • Si él decía: Las reses manchadas serán tu salario, todas las ovejas del rebaño parían corderos manchados; si decía: Las reses rayadas serán tu salario, todas las ovejas parían corderos rayados. (Génesis 31, 8)

  • Sucedió que al tiempo en que las ovejas se encelaban, yo levanté los ojos y vi en sueños que los machos que cubrían a las ovejas eran todos manchados y rayados. (Génesis 31, 10)

  • Y él me dijo: Levanta los ojos y verás cómo todos los machos que cubren a las ovejas son manchados y rayados, porque he visto todo lo que te ha hecho Labán. (Génesis 31, 12)

  • Labán alcanzó a Jacob, que había plantado sus tiendas en el monte; Labán también plantó las suyas en el mismo monte de Galaad. (Génesis 31, 25)

  • ¿Por qué has huido en secreto, con engaño y sin avisarme? Yo te habría despedido con alegría y con cánticos al son de tambores y vihuelas. (Génesis 31, 27)


“Leve Deus aos doente; valera’ mais do que qualquer tratamento!” São Padre Pio de Pietrelcina