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  • Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley lo dice para los que están bajo la ley; para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca culpable ante Dios. (Romanos 3, 19)

  • porque todos pecaron y están privados de la gloria de Dios; (Romanos 3, 23)

  • Esta bienaventuranza, ¿es sólo para los que están circuncidados o también para los que no lo están? (Romanos 4, 9)

  • y padre también de los circuncidados, que no sólo están circuncidados, sino que siguen también las huellas de la fe de nuestro padre Abrahán cuando no estaba circuncidado. (Romanos 4, 12)

  • No hay condenación alguna para los que están unidos a Cristo Jesús. (Romanos 8, 1)

  • Que cada uno se someta a las autoridades que están en el poder, porque no hay autoridad que no venga de Dios; y los que hay han sido puestos por Dios. (Romanos 13, 1)

  • Los gobernantes no están para amedrentar a los que obran bien, sino a los que obran mal. ¿Quieres vivir sin miedo a la autoridad? Pórtate bien, y tendrás su aprobación; (Romanos 13, 3)

  • También por esta razón pagáis los impuestos, porque los gobernantes están al servicio de Dios y se dedican a ese oficio. (Romanos 13, 6)

  • Pero no todos saben esto; pues algunos, acostumbrados hasta ahora a adorar a los ídolos, comen las carnes pensando que están consagradas a los ídolos, y su conciencia, que no está bien formada, les hace sentirse culpables. (I Corintios 8, 7)

  • Con los judíos me hago judío; con los que están bajo la ley, como quien está bajo ella, sin estarlo, para ganar a los que están bajo la ley; (I Corintios 9, 20)

  • con los que están sin ley, como quien está sin ella, para ganarlos, yo que no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo. (I Corintios 9, 21)

  • Pero si todos están hablando en nombre de Dios, ese simple fiel o incrédulo por lo que oye a todos puede recapacitar, examinarse a sí mismo y convencerse de su pecado; (I Corintios 14, 24)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina