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  • He aquí que los terraplenes llegan a la ciudad para tomarla y la ciudad está ya a merced de los caldeos que la atacan, por causa de la espada y del hambre y de la peste; lo que habías dicho, ha sido, y tú mismo lo estás viendo. (Jeremías 32, 24)

  • Mira, llegan tus hijos, a los que despediste, vuelven reunidos desde oriente a accidente, a la voz del Santo, alegres de la gloria de Dios. (Baruc 4, 37)

  • Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de la terraza. (Baruc 6, 9)

  • Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos. (Baruc 6, 25)

  • Pues bien diles: Así dice el Señor Yahveh: Yo haré que calle ese proverbio; no se le repetirá más en Israel. Diles en cambio: Llegan los días en que toda visión se cumplirá, (Ezequiel 12, 23)

  • Llegan todos para hacer violencia, el ardor de sus rostros, como un viento del este, amontona cautivos como arena. (Habacuc 1, 9)

  • ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. (Mateo 21, 31)

  • Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. (Marcos 1, 21)

  • Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. (Marcos 3, 31)

  • Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. (Marcos 5, 15)

  • Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos dicendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» (Marcos 5, 35)

  • Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. (Marcos 5, 38)


“Deus é servido apenas quando é servido de acordo com a Sua vontade.” São Padre Pio de Pietrelcina