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  • y les dije: «Nosotros hemos rescatado, en la medida de nuestras posibilidades, a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones. ¡Y ahora sois vosotros los que vendéis a vuestros hermanos para que nosotros los rescatemos!» Ellos callaron sin saber qué responder. (Nehemías 5, 8)

  • y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabneías, Serebías, Hodiyías, Sebanías y Petajías dijeron: «¡Levantaos, bendecid a Yahveh nuestro Dios!») ¡Bendito seas, Yahveh Dios nuestro, de eternidad en eternidad! ¡Y sea bendito el Nombre de tu Gloria que supera toda bendición y alabanza! (Nehemías 9, 5)

  • ¿No fue así como obraron vuestros padres y por lo que nuestro Dios hizo caer toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¡Y vosotros aumentáis así la Cólera contra Israel profanando el sábado!» (Nehemías 13, 18)

  • Tobit, entonces, respondió a su hijo Tobías: «El me dio un recibo y yo a él otro; lo partí en dos, tomé una parte y dejé la otra con el dinero. ¡Ya va para veinte años que deposité esta suma! Ahora, hijo, busca un hombre de confianza que vaya contigo, y le tomaremos a sueldo hasta tu vuelta, y vete a recuperar esta plata.» (Tobías 5, 3)

  • Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he visto, hijo! ¡Ya puedo morir!» Y rompió a llorar. (Tobías 11, 9)

  • La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y la cimitarra atravesó su cuello! (Judit 16, 9)

  • Tus manos me formaron, me plasmaron, ¡y luego, en arrebato, quieres destruirme! (Job 10, 8)

  • Si soy culpable, ¡desgraciado de mí! y si soy inocente, no levanto la cabeza, ¡yo saturado de ignominia, borracho de aflicción! (Job 10, 15)

  • ¡Y sobre un ser tal abres tú los ojos, le citas a juicio frente a ti! (Job 14, 3)

  • Desde la ciudad gimen los que mueren, el herido de muerte pide auxilio, ¡y Dios sigue sordo a la oración! (Job 24, 12)

  • ¡Y ahora soy yo la copla de ellos, el blanco de sus chismes! (Job 30, 9)

  • ¡Yo que no permitía a mi lengua pecar reclamando su vida con una maldición! (Job 31, 30)


“Quando ofendemos a justiça de Deus, apelamos à Sua misericórdia. Mas se ofendemos a Sua misericórdia, a quem podemos apelar? Ofender o Pai que nos ama e insultar quem nos auxilia é um pecado pelo qual seremos severamente julgados.” São Padre Pio de Pietrelcina