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  • Un testamento no es válido sino en caso de muerte, porque no entra en vigor mientras vive el testador. (Hebreos 9, 17)

  • Por eso, ni siquiera la primera alianza fue inaugurada sin derramamiento de sangre. (Hebreos 9, 18)

  • Por lo demás, según la ley, casi todo es purificado con la sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. (Hebreos 9, 22)

  • Porque Cristo no entró en un santuario hecho por mano de hombre, simple figura del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. (Hebreos 9, 24)

  • así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados del mundo, aparecerá una segunda vez, sin pecado, para dar la salvación a los que le esperan. (Hebreos 9, 28)

  • En efecto, no siendo la ley más que una sombra de los bienes venideros y no la realidad misma de las cosas, ofrece cada año perpetuamente los mismos sacrificios sin poder hacer perfectos a aquellos que se acercan a Dios. (Hebreos 10, 1)

  • acerquémonos con un corazón sincero, con fe perfecta, purificados los corazones de toda mancha de la que tengamos conciencia, y el cuerpo lavado con agua pura. (Hebreos 10, 22)

  • no abandonéis vuestras propias asambleas, como algunos tienen por costumbre hacer, sino más bien animaos mutuamente, y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día. (Hebreos 10, 25)

  • sino una terrible expectación y el ardor vindicativo del fuego que consumirá a los rebeldes. (Hebreos 10, 27)

  • Porque dentro de poco, muy poco tiempo, el que ha de venir llegará sin retrasos. (Hebreos 10, 37)

  • Nosotros, sin embargo, no somos de aquellos que se retiran cobardemente para la perdición, sino de aquellos que se salvan por la fe. (Hebreos 10, 39)

  • Por la fe fue arrebatado de este mundo Henoc sin experimentar la muerte; nadie lo pudo encontrar, porque lo había arrebatado Dios. Y la Escritura dice que antes de ser arrebatado había agradado a Dios. (Hebreos 11, 5)


“Quando ofendemos a justiça de Deus, apelamos à Sua misericórdia. Mas se ofendemos a Sua misericórdia, a quem podemos apelar? Ofender o Pai que nos ama e insultar quem nos auxilia é um pecado pelo qual seremos severamente julgados.” São Padre Pio de Pietrelcina