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Estad vosotros esta noche a la puerta de la ciudad; saldré yo con mi doncella y, antes de expirar el tiempo fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, habrá librado el Señor a Israel por mediación mía. (Judit 8, 33)
Se dirigieron después hacia la puerta de Betulia y hallaron junto a ella a Ozías y a los dos ancianos del pueblo, Cabris y Carmis. (Judit 10, 6)
Ella adoró a Dios y les dijo: "Mandad abrir la puerta de la ciudad para que pueda salir a realizar lo que me acabáis de decir". Mandaron a los jóvenes que abriesen, como ella había dicho. (Judit 10, 9)
Cuando se hizo tarde, los servidores se retiraron. Bagoas cerró por fuera la puerta de la tienda, procurando dejar solo a su señor. Cansados de tanto comer y beber, todos se fueron a dormir. (Judit 13, 1)
Judit desde lejos gritó a los centinelas: "¡Abrid, abrid la puerta! Dios, nuestro Dios, está con nosotros, demostrando su poder a Israel y su fuerza contra los enemigos, como lo ha hecho hoy". (Judit 13, 11)
Tan pronto como los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta y llamaron a los ancianos. (Judit 13, 12)
Todos, chicos y grandes, fueron corriendo; no esperaban su vuelta. Abrieron la puerta, las recibieron, encendieron fuego para verse y le hicieron corro. (Judit 13, 13)
Bagoas entró y tocó la puerta de la tienda, pues creía que dormía con Judit. (Judit 14, 14)
Mardoqueo era por entonces empleado del palacio real. Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, llenos de ira, tramaban la muerte del rey. (Ester 2, 21)
Todos los servidores del rey, que estaban al servicio de la puerta de palacio, se arrodillaban y postraban cuando Amán pasaba, según había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ni se postraba ante él. (Ester 3, 2)
Llegó hasta la puerta de palacio y allí se paró, pues nadie podía pasarla vestido de saco. (Ester 4, 2)
Hatac salió y fue a donde estaba siempre Mardoqueo, en la plaza que había delante de la puerta real. (Ester 4, 6)