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El Señor se presentó y lo llamó como otras veces: "¡Samuel, Samuel!". Samuel respondió: "Habla, que tu siervo escucha". (I Samuel 3, 10)
Entonces David dijo al mensajero: "Dile a Joab que no se preocupe por este asunto, porque la espada unas veces devora a unos y otras veces a otros; que refuerce ataques contra la ciudad hasta destruirla. Y tú dale ánimo". (II Samuel 11, 25)
Joab dijo al rey: "Que el Señor, tu Dios, aumente la población otras cien veces más y que mi señor, el rey, lo vea con sus ojos; pero ¿para qué quiere esto mi señor, el rey?". (II Samuel 24, 3)
Colocó los querubines en el centro del lugar santísimo y allí estaban con las alas desplegadas, de modo que un ala de uno tocaba en la pared y un ala del otro tocaba la pared opuesta; las otras dos alas se tocaban una a otra en medio del edificio. (I Reyes 6, 27)
y tres órdenes de pisos, con tres series de ventanas unas frente a otras. (I Reyes 7, 4)
Todas las puertas y ventanas eran de marco cuadrangular, y las tres series se correspondían unas enfrente de otras. (I Reyes 7, 5)
¿Es que han librado los dioses de otras gentes a sus respectivos países de la mano del rey de Asiria? (II Reyes 18, 33)
que el rey David consagró al Señor junto con la plata y oro que había quitado a otras naciones: a Edón, a Moab, a los amonitas, a los filisteos y a Amalec. (I Crónicas 18, 11)
Las naciones y las ciudades se destruirán unas a otras, porque Dios las llenará de terror con toda suerte de calamidades. (II Crónicas 15, 6)
Luchó contra el rey de los amonitas y lo venció. Los amonitas le entregaron aquel años tres mil cuatrocientos kilos de plata, cuatro mil quinientas toneladas de trigo y otras tantas de cebada. La misma entrega se repitió un segundo y tercer año. (II Crónicas 27, 5)
En otras ofrendas sagradas, seiscientos toros y tres mil ovejas. (II Crónicas 29, 33)
Los de Israel y los de Judá, que vivían en otras ciudades de Judá, entregaron también la décima parte del ganado mayor y menor y de las cosas santas consagradas al Señor, su Dios: lo entregaron y lo distribuyeron por montones. (II Crónicas 31, 6)