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Que nadie entre en el templo del Señor más que los sacerdotes y levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar porque están consagrados. Todo el pueblo observará las prescripciones del Señor. (II Crónicas 23, 6)
Puso porteros en las entradas del templo del Señor, para que bajo ningún pretexto entrara nadie impuro. (II Crónicas 23, 19)
El Señor mandó contra ellos al rey de los caldeos, que pasó a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni joven ni virgen, ni anciano ni hombre encanecido. Dios los entregó a todos en sus manos. (II Crónicas 36, 17)
Nadie podía distinguir los acentos de júbilo de los acentos del llanto de la gente, porque el pueblo lanzaba grandes gritos y el estrépito se oía desde muy lejos. (Esdras 3, 13)
Luego me levanté de noche, con unos cuantos hombres, sin manifestar a nadie lo que por inspiración divina iba a hacer por Jerusalén, llevando sólo el caballo que yo montaba. (Nehemías 2, 12)
Ella se entristeció profundamente y, llorando, subió a la habitación de su padre dispuesta a ahorcarse. Pero lo pensó mejor y dijo: "Se reirían de mi padre y le dirían: La única hija que tenías, tan querida para ti, se ha ahorcado por sus desventuras. Sería yo la causa de que las canas de mi padre descendiesen con dolor a la región de los muertos. Mejor será no ahorcarme, sino pedir al Señor la muerte para que nadie vuelva a ultrajarme". (Tobías 3, 10)
Lo que no quieras para ti, no lo hagas a nadie. No bebas vino hasta emborracharte y no tengas a la borrachera como compañera de tu vida. (Tobías 4, 15)
Es hija única. El pariente más próximo eres tú y el que tiene más derecho que nadie a casarse con ella y heredar los bienes de su padre. Es una joven sensata, valiente, muy hermosa, y su padre es muy bueno. (Tobías 6, 12)
Ragüel lo oyó y dijo al joven: "Come y bebe y pasa alegre la noche, pues nadie tiene el derecho que tú de casarte con mi hija Sara. Además yo no puedo darla a otro que no seas tú, pues eres mi pariente más cercano. Pero debo decirte toda la verdad: (Tobías 7, 10)
y dijo a su mujer: "Manda una criada a ver si vive; pues si ha muerto, lo enterraremos sin que nadie se entere". (Tobías 8, 12)
Ella le respondía: "¡Que no me preocupe, cuando ha muerto mi hijo!...". Todos los días salía a las afueras y oteaba el camino por donde había marchado su hijo. De nadie se fiaba. Al caer la tarde, volvía a casa, y durante la noche suspiraba y lloraba, sin poder dormir. (Tobías 10, 7)
Tobit, contento y bendiciendo a Dios, salió al encuentro de su nuera a la puerta de Nínive. Los que le veían caminar, firme y sin que nadie le ayudase, quedaban maravillados. Tobit confesaba delante de todos que Dios había tenido compasión de él y le había curado. (Tobías 11, 16)