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con la ayuda de vuestra oración; si muchos piden a Dios por nosotros, muchos le darán gracias por los favores que nos concede. (II Corintios 1, 11)
Porque somos el perfume que Cristo ofrece a Dios, tanto para los que se salvan como para los que se pierden: (II Corintios 2, 15)
Si el ministerio de condenación fue glorioso, mucho más lo será el ministerio de salvación. (II Corintios 3, 9)
Si todavía queda encubierto nuestro evangelio, lo es para los que se pierden, (II Corintios 4, 3)
como desconocidos, aunque conocidos; como moribundos, aunque estamos vivos; como castigados, aunque sin ser condenados a la muerte; (II Corintios 6, 9)
No lo digo para condenaros, pues acabo de decir que, para muerte o para vida, os tengo dentro de mi corazón. (II Corintios 7, 3)
Cuando llegué a Macedonia tampoco pude estar tranquilo; encontré dificultades por todas partes; por fuera conflictos, por dentro temores. (II Corintios 7, 5)
Esto no es una orden; os hablo de la buena disposición de otros para poner a prueba la sinceridad de vuestro amor. (II Corintios 8, 8)
Cuando se da de corazón y según lo que se tiene, Dios lo acepta; a nadie se le piden imposibles. (II Corintios 8, 12)
Siendo ricos en todo, podréis ejercitar abundantemente vuestra generosidad, lo que, por mediación mía, hará que los hermanos den gracias a Dios. (II Corintios 9, 11)
Porque al llevar esta ayuda a los hermanos no sólo les remediamos en sus necesidades, sino que también los impulsamos a que den gracias a Dios. (II Corintios 9, 12)
No presumo indebidamente de trabajos ajenos; espero que con el progreso de vuestra fe aumentará nuestro trabajo entre nosotros, aunque dentro de los límites que Dios nos ha señalado; (II Corintios 10, 15)