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En aquellos mismos días, los notables de Judá multiplicaron sus cartas dirigidas a Tobías y recibían las de éste; (Nehemías 6, 17)
Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo árbol, del vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los aposentos de la Casa de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, y ellos mismos cobrarán el diezmo en todas las ciudades de nuestra labranza; (Nehemías 10, 38)
Yo les reprendí y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y los conjuré en nombre de Dios: «¡No debéis dar vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para vuestros hijos ni para vosotros mismos! (Nehemías 13, 25)
y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En aquel mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel, descendía del aposento. (Tobías 3, 17)
Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza, si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido. (Judit 11, 2)
Por aquellos mismos días, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta Real; Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero. (Ester 2, 21)
Por esta razón, estos días son llamados "Purim", de la palabra "Pur".» Asimismo, por todo la relatado en esta carta por lo que ellos mismos vieron y por lo que se les contó, (Ester 9, 26)
para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo tocante a los ayunos y lamentaciones. (Ester 9, 31)
Si no se fía de sus mismos servidores, y aun a sus ángeles achaca desvarío, (Job 4, 18)
tu propia boca te condena, que no yo, tus mismos labios atestiguan contra ti. (Job 15, 6)
temed la espada por vosotros mismos, pues la ira se encenderá contra las culpas y sabréis que hay un juicio. (Job 19, 29)
Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos de su suerte. (Salmos 49, 14)