Encontrados 902 resultados para: fuego del cielo

  • Si se declara un fuego, y se incrementa con zarzales de modo que se abrasen las hacinas, la mies, o el campo, el autor del incendio deberá resarcir el daño. (Exodo 22, 5)

  • y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro tan puro como el mismo cielo. (Exodo 24, 10)

  • La gloria de Yahveh aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte. (Exodo 24, 17)

  • Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales juraste por ti mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestros descendientes, y ellos la poseerán como herencia para siempre.» (Exodo 32, 13)

  • Yo les contesté: "El que tenga oro despréndase." Ellos se lo quitaron y me lo dieron; yo lo eché al fuego y salió este becerro.» (Exodo 32, 24)

  • En ninguna de vuestras moradas encenderéis fuego en día de sábado.» (Exodo 35, 3)

  • Porque durante el día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada y durante la noche había fuego a la vista de toda la casa de Israel. Así sucedía en todas sus marchas. (Exodo 40, 38)

  • los hijos de Aarón, los sacerdotes, pondrán fuego sobre el altar y colocarán leña sobre el fuego; (Levítico 1, 7)

  • luego, los hijos de Aarón, los sacerdotes, dispondrán las porciones, la cabeza y el sebo, encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. (Levítico 1, 8)

  • Luego, lo despedazará en porciones, y el sacerdote las dispondrá, con la cabeza y el sebo, encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. (Levítico 1, 12)

  • Abrirá el ave entre las alas, sin llegar a partirla; y la quemará en el altar, encima de la leña colocado sobre el fuego. Es un holocausto, un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. (Levítico 1, 17)

  • Si ofreces a Yahveh una oblación de primicias ofrecerás, como oblación de tus primicias, espigas tostadas al fuego o grano tierno majado. (Levítico 2, 14)


“Que Jesus reine sempre soberano no seu coração e o faça cada vez mais digno de seus divinos dons.” São Padre Pio de Pietrelcina