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Hicieron comparecer a Pablo, y Tértulo presentó la acusación en estos términos: «Excelentísimo Félix: La profunda paz de que gozamos gracias a ti y las reformas que nuestra nación debe a tu gobierno, (Hechos 24, 2)
Ha intentado incluso profanar el Templo, y por eso, nosotros lo detuvimos. Queríamos juzgarlo de acuerdo con nuestra Ley, (Hechos 24, 6)
Ellos me conocen desde hace mucho tiempo y si quieren, pueden atestiguar que he vivido como fariseo, es decir, siguiendo la secta más rígida de nuestra religión. (Hechos 26, 5)
Los hermanos de esta ciudad, informados de nuestra llegada, nos salieron al encuentro y nos alcanzaron a la altura del «Foro de Apio» y en las «Tres Tabernas». Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y se sintió reconfortado. (Hechos 28, 15)
Ahora bien, si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué conclusión sacaremos? ¿Dios será injusto -me expreso en términos humanos- al dar libre curso a su ira? (Romanos 3, 5)
el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. (Romanos 4, 25)
Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. (Romanos 8, 26)
Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación? (Romanos 10, 16)
Ahora bien, todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. (Romanos 15, 4)
Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la Iglesia de Cencreas, (Romanos 16, 1)
Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; (I Corintios 2, 7)
Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. (I Corintios 5, 7)
