Encontrados 136 resultados para: tarde

  • Jesús les dijo: «Vengan y lo verán.» Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde. (Evangelio según San Juan 1, 39)

  • Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. (Evangelio según San Juan 2, 1)

  • Les preguntó a qué hora se había mejorado el niño, y le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre.» (Evangelio según San Juan 4, 52)

  • Más tarde Jesús se encontró con él en el Templo y le dijo: «Ahora estás sano, pero no vuelvas a pecar, no sea que te suceda algo peor.» (Evangelio según San Juan 5, 14)

  • Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.» (Evangelio según San Juan 13, 7)

  • Simón Pedro le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde.» (Evangelio según San Juan 13, 36)

  • Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» (Evangelio según San Juan 20, 19)

  • Un día, cuando Pedro y Juan subían al Templo para la oración de las tres de la tarde, (Hecho de los Apóstoles 3, 1)

  • Unas tres horas más tarde llegó la esposa de Ananías, que no sabía nada de lo ocurrido. (Hecho de los Apóstoles 5, 7)

  • Recuerden que tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron, y todo quedó en nada. (Hecho de los Apóstoles 5, 36)

  • Jacob entonces bajó a Egipto, donde murió él, y más tarde también nuestros padres. (Hecho de los Apóstoles 7, 15)

  • Una tarde, alrededor de las tres, tuvo una visión de la que no pudo dudar: un ángel de Dios entraba a su habitación y le llamaba: «¡Cornelio!» (Hecho de los Apóstoles 10, 3)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina