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  • Ya le he dado tiempo para que se arrepienta, pero ella no quiere convertirse de su lujuria. (Apocalipsis 2, 21)

  • En cuanto a vosotros, los demás fieles de Tiatira, todos los que no compartís esta doctrina, que no habéis conocido los secretos de Satanás -como ellos dicen-, declaro que no os impongo otra carga; (Apocalipsis 2, 24)

  • y las apacentará con vara de hierro, como se rompen los vasos de arcilla; (Apocalipsis 2, 27)

  • Escribe al ángel de la Iglesia de Sardes: Esto es lo que dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras: tú pasas por vivo, pero estás muerto. (Apocalipsis 3, 1)

  • Despierta y consolida lo que queda y está a punto de perecer, porque no he encontrado tus obras perfectas delante de Dios. (Apocalipsis 3, 2)

  • Pero tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado sus vestidos; ellas caminarán conmigo con vestiduras blancas, porque son dignas de ello. (Apocalipsis 3, 4)

  • El vencedor será revestido de vestiduras blancas, yo no borraré jamás su nombre del libro de la vida y reconoceré su nombre delante de mi Padre y de los ángeles. (Apocalipsis 3, 5)

  • Conozco tus obras: tengo abierta delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, a pesar de tu debilidad, has guardado mi palabra y no has renegado de mí. (Apocalipsis 3, 8)

  • Porque has guardado mi consigna de perseverancia, yo te guardaré en la hora de la prueba que va a sobrevenir sobre todo el mundo para probar a los habitantes de la tierra. (Apocalipsis 3, 10)

  • Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. (Apocalipsis 3, 15)

  • Te aconsejo que me compres oro acrisolado en el fuego para enriquecerte, vestiduras blancas para vestirte, y que no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que unjas tus ojos y veas. (Apocalipsis 3, 18)

  • Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3, 20)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina