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Abrió, pues, el pozo del abismo, y del pozo subió una humareda como la de un horno inmenso que oscureció el sol y el aire. (Apocalipsis 9, 2)
Tocó el sexto ángel su trompeta. Entonces oí una voz que salía de las cuatro esquinas del altar de oro que está delante de Dios. (Apocalipsis 9, 13)
Vi después a otro ángel formidable que bajaba del cielo envuelto en una nube; el arco iris rodeaba su cabeza, su cara era como el sol y sus piernas como columnas de fuego. (Apocalipsis 10, 1)
Yo me preparaba a escribir lo que habían dicho los siete truenos, cuando una voz desde el cielo me dijo: «Guarda en secreto las palabras de los siete truenos, no escribas nada.» (Apocalipsis 10, 4)
Después me entregaron una vara de medir, diciéndome: «Vete, mide el Templo de Dios y el altar, y haz el censo de los que vienen a adorar. (Apocalipsis 11, 1)
Entonces una voz poderosa les gritó desde el cielo: «Suban.» Y subieron al cielo en medio de la nube, a la vista de sus enemigos. (Apocalipsis 11, 12)
Entonces se abrió el Santuario de Dios en el Cielo y pudo verse el arca de la Alianza de Dios dentro del Santuario. Se produjeron relámpagos, fragor y truenos, un terremoto y una fuerte granizada. (Apocalipsis 11, 19)
Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. (Apocalipsis 12, 1)
Entonces se desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles, (Apocalipsis 12, 7)
Oí entonces una fuerte voz en el cielo que decía: Por fin ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios, y la soberanía de su Ungido. Pues echaron al acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios. (Apocalipsis 12, 10)
Entonces vi una bestia que sube del mar; tiene siete cabezas y diez cuernos, con diez coronas en los cuernos, y en las cabezas un título que ofende a Dios. (Apocalipsis 13, 1)
Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal se le curó. Entonces toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia. (Apocalipsis 13, 3)