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  • De este modo la bendición de Abrahán alcanzó a las naciones paganas en Cristo Jesús: por la fe recibimos la promesa, que es el Espíritu. (Carta a los Gálatas 3, 14)

  • En el caso de Abrahán, las promesas eran para él y para su descendencia. La Escritura no dice para los descendientes, como si hubiera varios, sino que habla en singular: para tu descendencia, y ésta es Cristo. (Carta a los Gálatas 3, 16)

  • Ahora digo lo siguiente: si Dios ha hecho un testamento en debida forma, la Ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no pudo anularlo ni dejar sin efecto la promesa de Dios. (Carta a los Gálatas 3, 17)

  • Si la herencia es el fruto de la Ley, ya no es fruto de la promesa, y precisamente la herencia era promesa y don de Dios a Abrahán. (Carta a los Gálatas 3, 18)

  • Entonces, ¿para qué la Ley? Fue añadida con miras a las desobediencias; pero solamente valía hasta que llegara ese descendiente de Abrahán para quien era la promesa, y fueron ángeles los que la concertaron, haciendo de mediador Moisés (Carta a los Gálatas 3, 19)

  • ¿Acaso la Ley contradice las promesas de Dios? En absoluto. Si se hubiera dado una ley capaz de darnos vida, nuestro paso a la verdadera justicia podría resultar de esa Ley. (Carta a los Gálatas 3, 21)

  • Y si ustedes son de Cristo, también son descendencia de Abrahán, y los herederos de la promesa. (Carta a los Gálatas 3, 29)

  • El hijo de la esclava le nació como cualquier ser humano, mientras que el hijo de la libre se lo debía a una promesa de Dios. (Carta a los Gálatas 4, 23)

  • Hermanos, ustedes, como Isaac, son hijos de la promesa. (Carta a los Gálatas 4, 28)

  • Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. (Carta a los Gálatas 5, 1)

  • y lleváramos la espera del Mesías,con el fin de que sea alabada su Gloria. (Carta a los Efesios 1, 12)

  • En aquel tiempo no esperaban un Mesías, no tenían parte en el pueblo de Israel y no les correspondían las alianzas de Dios ni sus promesas; ustedes vivían en este mundo sin esperanza y sin Dios. (Carta a los Efesios 2, 12)


“Deus nunca me recusou um pedido”. São Padre Pio de Pietrelcina