1. Josafat llegó a tener muchas riquezas y mucha fama, y emparentó con Ajab,

2. al cual fue a visitar después de algunos años a Samaría.

3. Ajab, rey de Israel, dijo a Josafat, rey de Judá: "¿Quieres venir conmigo a atacar a Ramot de Galaad?". Él contestó: "Mi suerte y la tuya serán la misma, y la misma también la suerte de nuestros pueblos; iremos contigo a la guerra".

4. Pero añadió: "Por favor, consulta hoy la voluntad del Señor".

5. El rey de Israel reunió a los profetas, 400 hombres, y les dijo: "¿Debo atacar a Ramot de Galaad o no?". Respondieron: "Atácala porque Dios la pondrá en tus manos".

6. Josafat repuso: "¿No habrá aquí algún otro profeta del Señor para consultarle?".

7. El rey de Israel respondió a Josafat: "Hay todavía uno por medio del cual podemos consultar al Señor; pero yo le odio porque nunca me profetiza cosas buenas, sino cosas malas; es Miqueas, hijo de Yimlá". Josafat dijo: "No hable así el rey".

8. El rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: "Que venga inmediatamente Miqueas, hijo de Yimlá".

9. El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados en sus tronos, con sus vestiduras regias, y ante ellos todos los profetas en trance de profetizar.

10. Sedecías, hijo de Canaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: "Esto dice el Señor: Con éstos acornearás tú a los sirios hasta exterminarlos".

11. Y todos los profetas profetizaban de la misma manera: "Ataca a Ramot de Galaad y triunfarás, pues el Señor la pondrá en tus manos".

12. El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: "Mira que los profetas, todos a una, profetizan éxito al rey; haz tú como ellos y profetiza triunfo".

13. Miqueas respondió: "Vive el Señor, que diré lo que el Señor me mande".

14. Se presentó al rey, y el rey le dijo: "Miqueas, ¿debemos atacar a Ramot de Galaad o no?". Él respondió: "Atacadla y triunfaréis, pues el Señor la pondrá en vuestras manos".

15. El rey le dijo: "¿Cuántas veces voy a decir que no me digas más que la verdad en nombre del Señor?".

16. Miqueas contestó: "He visto a todo Israel disperso por los montes como rebaño sin pastor. El Señor decía: Éstos no tienen dueño; que cada uno vuelva en paz a su casa".

17. El rey de Israel dijo a Josafat: "¿No te decía yo que no me profetizaba bienes, sino males?".

18. Miqueas replicó: "Escuchad la palabra del Señor: He visto al Señor sentado en su trono y toda la corte del cielo alineada a su derecha y a su izquierda.

19. Y el Señor decía: ¿Quién seducirá a Ajab, rey de Israel, para que vaya y muera en Ramot de Galaad? Y uno proponía una cosa y otro otra.

20. Pero se adelantó un espíritu, y de pie ante el Señor dijo: Yo lo seduciré. El Señor le preguntó: ¿Cómo?

21. Él respondió: Iré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. El Señor dijo: Tú lograrás seducirlo; vete y hazlo así.

22. El Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, pues el Señor ha decretado tu ruina".

23. Entonces Sedecías, hijo de Canaaná, dio una bofetada a Miqueas, y le dijo: "¿Es que el espíritu del Señor me ha dejado a mí para hablarte a ti?".

24. Miqueas le contestó: "Ya lo sabrás aquel día que andes de aposento en aposento para esconderte".

25. El rey de Israel ordenó: "Prended a Miqueas y llevadlo a Amón, prefecto de la ciudad, y a Joás, mi hijo,

26. y decidles: Ésta es la orden del rey: Meted a este hombre en la cárcel y tenedlo a pan y agua y poco de cada cosa hasta que yo vuelva sano y salvo".

27. Miqueas respondió: "si vuelves sano y salvo, el Señor no ha hablado por mi boca".

28. El rey de Israel y Josafat fueron a atacar a Ramot de Galaad.

29. El rey de Israel dijo a Josafat: "Yo iré disfrazado a la batalla, pero tú irás con tu vestidura real". Y el rey de Israel se disfrazó y entró en batalla.

30. El rey de Siria había dado esta orden a los jefes de sus carros: "No ataquéis a ninguno, sea oficial o soldado raso, sino solamente al rey de Israel".

31. Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, se dijeron: "Este es el rey de Israel". Fueron contra él y lo atacaron. Josafat entonces lanzó un grito, y el Señor le ayudó y los apartó de él.

32. Los jefes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo.

33. Pero un hombre disparó el arco al azar, e hirió al rey de Israel entre las junturas de la coraza. El rey dijo a su auriga: "Da la vuelta y sácame del campo, porque estoy herido".

34. Pero arreció tanto la lucha aquel día, que el rey de Israel siguió firme en su carro frente a los sirios hasta el atardecer, y murió al ponerse el sol.





“Quando te encontrares diante de Deus, na oração considera-te banhado na luz da verdade, fala-lhe se puderes, deixa simplesmente que te veja e não tenhas preocupação alguma”. São Padre Pio de Pietrelcina