1. He entrado en mi jardín, hermana mía, novia mía, he recogido mi bálsamo y mi mirra, he comido mi miel y mi panal, he bebido mi vino y mi leche. Coro: ¡Comed, amigos, y bebed, embriagaos, compañeros!

2. Ella: Yo dormía, pero mi corazón velaba... ¡Una voz! Mi amor me llama: " breme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta; mi cabeza está cubierta de rocío; mis bucles, del relente de la noche...".

3. "Me he quitado ya mi túnica; ¿he de ponérmela otra vez? Me he lavado los pies; ¿los volveré a manchar?".

4. Mi amor metió la mano por el cerrojo de la puerta; al oírlo, mis entrañas retozaron.

5. Me levanté para abrir a mi amor, y mis manos destilaron mirra, mirra fluida mis dedos en la manilla de la cerradura.

6. Abrí a mi amor, pero mi amor se había ido. Se me fue el alma tras de él. Lo busqué y no lo encontré, lo llamé y no me respondió.

7. Los centinelas me encontraron, los que hacen la ronda en la ciudad; me golpearon, me hirieron, me arrancaron el velo los guardias de los muros.

8. Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amor, ¿qué le vais a decir? Que enferma estoy de amor.

9. Coro: ¿Qué distingue a tu amado de los otros, tú, la más bella de las mujeres? ¿Qué distingue a tu amor de los otros, para que así nos conjures?

10. Ella: Mi amado es radiante y rubio, distinguido entre millares.

11. Su cabeza es oro, oro puro; sus guedejas, racimos de palmeras, negras igual que el cuervo.

12. Sus ojos son como palomas junto a las aguas del arroyo, bañadas en leche, posadas en la orilla.

13. Eras de bálsamo sus mejillas, macizos de perfumes. Sus labios son lirios que destilan mirra virgen.

14. Sus brazos, barras de oro, engastadas con piedras de Tarsis; su vientre, una masa de marfil guarnecida de zafiros.

15. Sus piernas son columnas de alabastro sobre pedestales de oro puro. Su aspecto es como el del Líbano, imponente cual los cedros.

16. Su boca es colmo de dulzura, todo en él es delicia. Así es mi amor, así mi amigo, hijas de Jerusalén.





“Para consolar uma alma na sua dor, mostre todo o bem que ela ainda pode fazer”. São Padre Pio de Pietrelcina