Talált 210 Eredmények: doce espías

  • Toda la zona reservada formará un cuadrado de doce kilómetros y medio de lado. Reservaréis, en efecto, la zona sagrada, incluyendo la posesión de la ciudad. (Ezequiel 48, 20)

  • Lo que quede a uno y otro lado de la zona sagrada y de la posesión de la ciudad pertenecerá al príncipe; su porción se extenderá así a lo largo de los doce kilómetros y medio de la zona sagrada al este, hasta la frontera oriental, y al oeste a lo largo de los doce kilómetros y medio, hasta la frontera occidental; esto para el príncipe, en correspondencia con las demás porciones. Así en el medio estará la zona sagrada y el santuario del templo, (Ezequiel 48, 21)

  • Doce meses después, paseando por su palacio real de Babilonia, (Daniel 4, 26)

  • Una mujer, que padecía hemorragias desde hacía doce años, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, (Mateo 9, 20)

  • Reunió a sus doce apóstoles, y les dio poder de echar los espíritus inmundos y de curar todas las enfermedades y dolencias. (Mateo 10, 1)

  • Los nombres de los doce apóstoles son: primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; (Mateo 10, 2)

  • Jesús envió a estos doce con estas instrucciones: "No vayáis por tierra de paganos, ni entréis en ciudad de samaritanos. (Mateo 10, 5)

  • Cuando Jesús acabó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí para enseñar y predicar en aquellos pueblos. (Mateo 11, 1)

  • Todos comieron y se hartaron; y se recogieron doce canastos llenos de las sobras. (Mateo 14, 20)

  • Jesús les dijo: "Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, en la nueva creación, cuando el hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Mateo 19, 28)

  • Cuando Jesús iba camino de Jerusalén, llevó aparte a los doce discípulos y les dijo: (Mateo 20, 17)

  • Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los sumos sacerdotes (Mateo 26, 14)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina