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permaneciendo a distancia por miedo a sus tormentos, y dirán: ¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte; en un instante ha llegado tu sentencia! (Apocalipsis 18, 10)
Los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque ninguno comprará ya sus mercancías: (Apocalipsis 18, 11)
mercancías de oro y de plata, de piedras preciosas y de perlas, de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; toda clase de maderas olorosas, objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol; (Apocalipsis 18, 12)
de canela, cinamomo y perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo; bestias de carga, ovejas, caballos y carros, esclavos y otros seres humanos. (Apocalipsis 18, 13)
Los frutos que tanto deseabas se han alejado de ti; todos los productos delicados y magníficos se han perdido para ti y no se volverán a encontrar. (Apocalipsis 18, 14)
Los comerciantes que se enriquecían con este comercio se mantendrán a distancia por miedo a sus tormentos, y llorando y lamentándose, dirán: (Apocalipsis 18, 15)
y en un momento tan gran riqueza ha sido destruida! Todos los pilotos, todos los navegantes, los marineros y los que trafican en el mar se mantuvieron a distancia (Apocalipsis 18, 17)
y gritaron al ver el humo de su incendio: "¿Qué ciudad hubo nunca semejante a la gran ciudad?". (Apocalipsis 18, 18)
Y echándose polvo en sus cabezas, gritaban; y llorando y lamentándose, decían: ¡Ay, ay de la gran ciudad, que con su opulencia enriqueció a cuantos tenían naves en el mar, y en un momento ha sido desolada! (Apocalipsis 18, 19)
Después un ángel vigoroso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la tiró al mar, diciendo: Así, de un golpe, será tirada Babilonia, la gran ciudad, y no se la encontrará jamás. (Apocalipsis 18, 21)
Y ya no se oirán en ti las voces de los citaristas, de los músicos, de los flautistas y de los trompeteros; y no se volverá a encontrar en ti artífice de cualquier arte; ni se oirá más el ruido de la muela; (Apocalipsis 18, 22)
la luz de la lámpara ya no brillará en ti, ni se oirá jamás en ti la voz del esposo y de la esposa, porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra y tus sortilegios han seducido a todas las naciones; (Apocalipsis 18, 23)