Talált 209 Eredmények: nación santa

  • He aquí que yo traigo sobre vosotros, una nación de muy lejos, ¡oh casa de Israel! - oráculo de Yahveh -; una nación que no mengua, nación antiquísima aquélla, nación cuya lengua ignoras y no entiendes los que habla; (Jeremías 5, 15)

  • ¿Y de esto no pediré cuentas? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma? (Jeremías 5, 29)

  • - «¡Declaradle la guerra santa! ¡En pie y subamos contra ella a mediodía!... ¡Ay de nosotros, que el día va cayendo, y se alargan las sombras de la tarde!... (Jeremías 6, 4)

  • Así dice Yahveh: Mirad que un pueblo viene de tierras del norte y una gran nación se despierta de los confines de la tierra. (Jeremías 6, 22)

  • Entonces les dirás: Esta es la nación que no ha escuchado la voz de Yahveh su Dios, ni ha querido aprender. Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca. (Jeremías 7, 28)

  • Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma? (Jeremías 9, 8)

  • De pronto hablo contra una nación o reino, de arrancar, derrocar y perder; (Jeremías 18, 7)

  • Y de pronto hablo, tocante a una nación o un reino, de edificar y plantar; (Jeremías 18, 9)

  • Tú, pues, les profetizas todas estas palabras y les dices: Yahveh desde lo alto ruge, y desde su santa Morada da su voz. Ruge contra su aprisco: grita como los lagareros. A todos los habitantes de la tierra (Jeremías 25, 30)

  • Así dice Yahveh Sebaot: Mirad que una desgracia se propaga de nación a nación, y una gran tormenta surge del fin del mundo. (Jeremías 25, 32)

  • Pero la nación que someta su cerviz al yugo de Babilonia y le sirva, yo la dejaré tranquila en su suelo - oráculo de Yahveh - y lo labrará y morará en él.» (Jeremías 27, 11)

  • (¿A qué morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como ha amenazado Yahveh a aquella nación que no sirva al rey de Babilonia?) (Jeremías 27, 13)


“Quando a videira se separa da estaca que a sustenta, cai, e ao ficar na terra apodrece com todos os cachos que possui. Alerta, portanto, o demônio não dorme!” São Padre Pio de Pietrelcina