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saludan a los santos de Colosas, sus fieles hermanos en Cristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre. (Colosenses 1, 2)
en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. (Colosenses 1, 14)
Aunque ausente con el cuerpo, estoy presente en espíritu, y me alegro al ver el orden que reina entre ustedes y la firmeza de la fe que tienen en Cristo. (Colosenses 2, 5)
Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz. (Colosenses 2, 14)
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. (Colosenses 3, 5)
Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente. (Colosenses 3, 7)
Saluden a los hermanos de Laodicea, especialmente a Ninfas y a la Iglesia que se reúne en su casa. (Colosenses 4, 15)
El saludo es de mi puño y letra, Pablo. Acuérdense de mis cadenas. La gracia esté con ustedes. (Colosenses 4, 18)
Recuerden, hermanos, nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga. (I Tesalonicenses 2, 9)
ya que nos impiden predicar a los paganos para que se salven. Así, constantemente están colmando la medida de sus pecados, pero la ira de Dios ha caído sobre ellos para siempre. (I Tesalonicenses 2, 16)
Les rogamos, hermanos, que sean considerados con los que trabajan entre ustedes, es decir, con aquellos que los presiden en nombre del Señor y los aconsejan. (I Tesalonicenses 5, 12)
Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. (I Tesalonicenses 5, 18)