Talált 43 Eredmények: Natán

  • Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, a la entrada de la Casa del Señor, hacia la habitación del eunuco Natán Mélec, en los anexos, y quemó el carro del sol. (II Reyes 23, 11)

  • Atai fue padre de Natán; Natán fue padre de Zabad; (I Crónicas 2, 36)

  • y estos son los hijos que le nacieron en Jerusalén: Simeá, Sobab, Natán y Salomón, los cuatro hijos de Betsabé, hija de Amiel. (I Crónicas 3, 5)

  • Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí; (I Crónicas 11, 38)

  • Estos son los nombres de los hijos que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán y Salomón, (I Crónicas 14, 4)

  • Cuando David se estableció en su casa, dijo al profeta Natán: "Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de la Alianza del Señor está bajo una tienda de campaña". (I Crónicas 17, 1)

  • Natán respondió a David: "Puedes hacer todo lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo". (I Crónicas 17, 2)

  • Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: (I Crónicas 17, 3)

  • Natán comunicó a David todas estas palabras y toda esta visión. (I Crónicas 17, 15)

  • Los hechos del rey David, desde el primero hasta el último, están escritos en las Crónicas de Samuel, el vidente, en las de Natán, el profeta, y en las de Gad, el vidente, (I Crónicas 29, 29)

  • El resto de los hechos de Salomón, desde el comienzo hasta el fin, está escrito en las Crónicas del profeta Natán, en la Profecía de Ajías, el silonita, y en las Visiones del vidente Idó acerca de Jeroboám, hijo de Nebat. (II Crónicas 9, 29)

  • El rey instaló a los levitas en el Templo del Señor, con címbalos, arpas y cítaras, como lo habían ordenado David, Gad, el vidente del rey, y el profeta Natán: este era, en efecto, un mandamiento de Dios, que había sido dado por medio de sus profetas. (II Crónicas 29, 25)


“Quando ofendemos a justiça de Deus, apelamos à Sua misericórdia. Mas se ofendemos a Sua misericórdia, a quem podemos apelar? Ofender o Pai que nos ama e insultar quem nos auxilia é um pecado pelo qual seremos severamente julgados.” São Padre Pio de Pietrelcina