Talált 316 Eredmények: sacrificio humano
Yavé de los ejércitos será su escudo. Pisotearán, triunfantes, a los malvados, beberán sangre como si fuera vino y quedarán repletos como la copa del sacrificio o como los cuernos del altar. (Zacarías 9, 15)
Y me desprecian cada vez que dicen: «¡Qué lata!» -palabra de Yavé. Ustedes toman para ofrecérmelo en sacrificio un animal robado, cojo o apestado. ¿Creen que les voy a aceptar eso? (Malaquías 1, 13)
¡Pues un ser humano vale mucho más que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer el bien en día sábado.» (Evangelio según San Mateo 12, 12)
También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones. (Evangelio según San Lucas 2, 24)
La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que ha nacido la criatura, se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo! (Evangelio según San Juan 16, 21)
y por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad. (Evangelio según San Juan 17, 19)
Pedro lo levantó diciendo: «Levántate, que también yo soy un ser humano.» (Hecho de los Apóstoles 10, 26)
Incluso el sacerdote del templo de Zeus que estaba fuera de la ciudad trajo hasta las puertas de la misma toros y guirnaldas y, de acuerdo con la gente, quiso ofrecerles un sacrificio. (Hecho de los Apóstoles 14, 13)
Aun con estas palabras, difícilmente consiguieron que el pueblo no les ofreciera un sacrificio, y que volvieran cada uno a su casa. (Hecho de los Apóstoles 14, 18)
Pablo, pues, apadrinó a aquellos hombres. Al día siguiente se purificó con ellos y entró en el Templo para notificar qué día concluiría su tiempo de purificación y se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos. (Hecho de los Apóstoles 21, 26)
Llegamos a Sidón al día siguiente. Julio se mostró muy humano con Pablo y le permitió visitar a sus amigos y que pudieran atenderle. (Hecho de los Apóstoles 27, 3)
Les ruego, pues, hermanos, por la gran ternura de Dios, que le ofrezcan su propia persona como un sacrificio vivo y santo capaz de agradarle; este culto conviene a criaturas que tienen juicio. (Carta a los Romanos 12, 1)