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Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha. (Isaías 62, 1)
Al ruido de jinetes y flecheros huía toda la ciudad. Se metían por los bosques y trepaban por las peñas. Toda ciudad quedó abandonada, sin quedar en ellas habitantes. (Jeremías 4, 29)
y halando a Jeremías con las sogas le subieron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia. (Jeremías 38, 13)
Así quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Ahora bien, cuando fue tomada Jerusalén... (Jeremías 38, 28)
Jeremías, por su parte, vino al lado de Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y se quedó a vivir con él entre la población que había quedado en el país. (Jeremías 40, 6)
Subió contra Babilonia el mar, por el tropel de sus olas quedó cubierta. (Jeremías 51, 42)
Res. Nuestro aliento vital, el ungido de Yahveh, quedó preso en sus fosas; aquel de quien decíamos: «¡A su sombra viviremos entre las naciones!» (Lamentaciones 4, 20)
Oyeron hablar de él las naciones, en su fosa quedó preso; con garfios le llevaron al país de Egipto. (Ezequiel 19, 4)
Se alzaron contra él las naciones, las provincias circundantes; tendieron sobre él su red y en su fosa quedó preso. (Ezequiel 19, 8)
Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra. (Daniel 2, 35)
Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y dijo: «Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación.» Respondió Beltsassar: «¡ Oh mi señor, sea este sueño para tus enemigos y su interpretación para tus adversarios! (Daniel 4, 16)
Sino que los dispersé entre todas las naciones que no conocían, y la tierra quedó devastada detrás de ellos: ya nadie iba ni venía. Y así convirtieron una tierra de delicias en desolación.» (Zacarías 7, 14)