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  • ¿De qué se ensoberbece el que es polvo y ceniza, si aún en vida sus entrañas están llenas de podredumbre? (Eclesiástico 10, 9)

  • El Señor pasa revista al ejército de los cielos, ¡cuánto más a los hombres, que son tierra y ceniza! (Eclesiástico 17, 32)

  • Desde el que está sentado en un trono glorioso hasta el humillado en el polvo y la ceniza; (Eclesiástico 40, 3)

  • ¡Él se alimenta de ceniza, su corazón engañado lo extravía! Ya no puede librarse ni decir: "¿No es una mentira lo que tengo en mi mano?". (Isaías 44, 20)

  • ¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor? (Isaías 58, 5)

  • a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza. Ellos serán llamados "Encinas de justicia", "Plantación del Señor, para su gloria". (Isaías 61, 3)

  • ¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura! Porque en un instante llega sobre nosotros el devastador. (Jeremías 6, 26)

  • Todo el valle de los cadáveres y de la ceniza de los sacrificios, y todos los campos hasta el torrente Cedrón, hasta el ángulo de la puerta de los Caballos, al oriente, estarán consagrados al Señor: ¡nunca más se arrancará, nunca más se demolerá! (Jeremías 31, 40)

  • Partió mis dientes con un guijarro, me revolcó en la ceniza. (Lamentaciones 3, 16)

  • Ellos harán oír su clamor a causa de ti, y gritarán amargamente. Se cubrirán la cabeza de polvo y se revolcarán en la ceniza. (Ezequiel 27, 30)

  • Con tus numerosas culpas, con tu comercio venal, profanaste tus santuarios. Pero yo hago brotar de ti mismo el fuego que te devora. Te reduciré a ceniza sobre el suelo delante de todos los que te miran. (Ezequiel 28, 18)

  • Pero Daniel mandó a sus servidores que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el suelo del templo, sin más testigos que el rey. Después salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real y se fueron. (Daniel 14, 14)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina