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  • Después tomó como rehenes a los hijos de las principales familias del país y los puso bajo custodia en la Ciudadela de Jerusalén. (I Macabeos 9, 53)

  • Demetrio le dio autorización para reclutar tropas, fabricar armamentos y ser su aliado. También ordenó que le entregaran los rehenes detenidos en la Ciudadela. (I Macabeos 10, 6)

  • Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta en presencia de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela. (I Macabeos 10, 7)

  • los de la Ciudadela entregaron los rehenes a Jonatán, el cual los devolvió a sus familias. (I Macabeos 10, 9)

  • Renuncio asimismo a toda autoridad sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al Sumo Sacerdote, a fin de que establezca en ella a todos los hombres que él mismo elija para su defensa. (I Macabeos 10, 32)

  • En ese tiempo, Jonatán reunió a los habitantes de Judea para atacar la Ciudadela de Jerusalén y con ese fin levantó numerosas máquinas de guerra. (I Macabeos 11, 20)

  • Algunos renegados, enemigos de su propia nación, acudieron al rey y le anunciaron que Jonatán tenía sitiada a la Ciudadela. (I Macabeos 11, 21)

  • Entre tanto, Jonatán pidió al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes, porque hostigaban continuamente a Israel. (I Macabeos 11, 41)

  • También resolvió elevar las murallas de Jerusalén y levantar un gran muro entre la Ciudadela y el resto de la ciudad, a fin de separarlas, de manera que la Ciudadela quedara aislada y sus habitantes no pudieran comprar ni vender. (I Macabeos 12, 36)

  • Al mismo tiempo, los de la Ciudadela enviaban mensajeros a Trifón, instándolo a que viniera por el desierto y les hiciera llegar víveres. (I Macabeos 13, 21)

  • Los que ocupaban la Ciudadela de Jerusalén, como no podían ir y venir por la región para comprar y vender, se vieron acosados por el hambre, y muchos de ellos murieron de inanición. (I Macabeos 13, 49)

  • Entonces clamaron a Simón, pidiéndole la paz. Él se la concedió, pero los expulsó de allí y purificó la Ciudadela de toda contaminación. (I Macabeos 13, 50)


“Ouço interiormente uma voz que constantemente me diz: Santifique-se e santifique!” São Padre Pio de Pietrelcina