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y, cuando quede libre en el jubileo, será consagrado a Yavé tal como si fuera consagrado por maldición y será propiedad del sacerdote. (Levítico 27, 21)
Cuando construyas una casa nueva, harás alrededor de la azotea un pequeño muro, no sea que alguien se caiga desde arriba y tu casa quede manchada con sangre. (Deuteronomio 22, 8)
Podrán darle cuarenta azotes, no más, no sea que al golpearlo más, sea mucho el castigo y tu hermano quede deshonrado a tus ojos. (Deuteronomio 25, 3)
Gedeón habló de nuevo a Dios y le dijo: «No te enojes conmigo si me atrevo otra vez a hablarte. Por favor, quisiera hacer otra vez la prueba con el vellón: que quede seco sólo el vellón y que haya rocío por todo el suelo.» (Jueces 6, 39)
Al ver lo que pasaba, los asdodeos dijeron: «Que no quede entre nosotros el Arca del Dios de Israel, porque su mano se hizo pesada sobre nosotros y contra el dios Dagón.» (1 Samuel 5, 7)
Najás respondió: «Estas son mis condiciones: les sacaré a todos el ojo derecho para que así quede humillado todo Israel.» (1 Samuel 11, 2)
Pues bien, él te envió al combate con esta misión: «Anda a acabar con todos esos pecadores, los amalecitas; hazles la guerra hasta que no quede ninguno.» ¿Por qué, entonces, desobedeciste a Yavé? (1 Samuel 15, 18)
Este le tomó mucho cariño y lo hizo su escudero. Con esto, Saúl mandó decir a Jesé: «Te ruego que tu hijo David se quede a mi servicio, porque me cae bien.» (1 Samuel 16, 22)
Yavé molerá a Israel hasta que quede como cañas arrastradas por el río; arrojará a Israel de este país fértil que dio a sus padres y los dispersará al otro lado del río Eufrates, porque lo hicieron enojarse con sus árboles sagrados. (1 Reyes 14, 15)
Conmigo se unieron todos los que recordaban las palabras del Dios de Israel y temían a causa de este pecado cometido por hombres que habían regresado del destierro. Yo me quedé sentado y consternado hasta el sacrificio de la tarde; (Esdras 9, 4)
Yo quedé indeciso. Y dije: «Viva por siempre el rey. ¿Cómo no he de tener tristeza, cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas, y sus puertas quemadas?» (Nehemías 2, 3)
Luego sacudí los dobleces de mi manto, diciendo: «Así sacuda Dios fuera de su casa y de su herencia a todo aquel que no cumpla esta palabra, y que sea tan sacudido que quede sin nada.» Toda la asamblea contestó: «Así sea», y alabó a Yavé. Y el pueblo cumplió su promesa. (Nehemías 5, 13)