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Entonces continuó: «Estas siete lámparas son los ojos de Yavé que miran por toda la tierra.» (Zacarías 4, 6)
En cambio, éste es el castigo que Yavé dará a todos los pueblos que hayan atacado a Jerusalén: se les pudrirá su carne mientras aún se mantienen de pie; sus ojos se descompondrán dentro de sus órbitas y su lengua se echará a perder en su misma boca. (Zacarías 14, 12)
Con sus propios ojos podrán ustedes comprobar esto; entonces exclamarán: «El poder de Yavé traspasa las fronteras de Israel.» (Malaquías 1, 5)
Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo estará en obscuridad. (Evangelio según San Mateo 6, 22)
Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído». Y sus ojos vieron. (Evangelio según San Mateo 9, 29)
Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón. Pero con eso habría conversión y yo los sanaría. (Evangelio según San Mateo 13, 15)
¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen! (Evangelio según San Mateo 13, 16)
Y mandó a la gente que se sentara en el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los entregó a los discípulos. Y los discípulos los daban a la gente. (Evangelio según San Mateo 14, 19)
Entonces entendieron a lo que Jesús se refería: que debían tener los ojos abiertos, no para cosas de levadura, sino para las enseñanzas de los fariseos y saduceos. (Evangelio según San Mateo 16, 12)
Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús. (Evangelio según San Mateo 17, 8)
Y si tu ojo te está haciendo caer, arráncalo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar tuerto en la vida que ser arrojado con los dos ojos al fuego del infierno. (Evangelio según San Mateo 18, 9)
Ellos dijeron: «Señor, que se abran nuestros ojos.» (Evangelio según San Mateo 20, 33)