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y dijo: «¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía. (Evangelio según San Lucas 19, 42)
Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? (Evangelio según San Lucas 24, 5)
pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. (Evangelio según San Lucas 24, 16)
y en ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero ya había desaparecido. (Evangelio según San Lucas 24, 31)
y bajo los pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, tullidos (y paralíticos. Todos esperaban que el agua se agitara, (Evangelio según San Juan 5, 3)
Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?» (Evangelio según San Juan 6, 5)
Dicho esto, hizo un poco de lodo con tierra y saliva, untó con él los ojos del ciego (Evangelio según San Juan 9, 6)
Contestó: «Ese hombre al que llaman Jesús hizo barro, me lo aplicó a los ojos y me dijo que fuera a lavarme a la piscina de Siloé. Fui, me lavé y veo.» (Evangelio según San Juan 9, 11)
Pero coincidió que ese día en que Jesús hizo lodo y abrió los ojos al ciego, era día de descanso. (Evangelio según San Juan 9, 14)
Y como nuevamente los fariseos preguntaban al hombre cómo había recobrado la vista, él contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.» (Evangelio según San Juan 9, 15)
Entonces hablaron de nuevo al ciego: «Ese te ha abierto los ojos, ¿qué piensas tú de él?» El contestó: «Que es un profeta.» (Evangelio según San Juan 9, 17)
Pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos, y quién le abrió los ojos, tampoco. Pregúntenle a él, que es adulto y puede responder de sí mismo.» (Evangelio según San Juan 9, 21)
