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Aparecen entonces seis hombres desde el lado de la Puerta Alta, que mira al norte: cada cual lleva en la mano un instrumento de muerte, y en medio de ellos veo a un hombre con un traje de lino, que tiene en la cintura una tablilla de escriba. Vienen a ponerse al lado del altar de bronce, (Ezequiel 9, 2)
El querubín extendió la mano hasta el fuego, sacó unas brasas y las depositó en la mano del hombre con traje de lino; éste las recibió y salió. (Ezequiel 10, 7)
Vi entonces una especie de mano de hombre bajo las alas de los querubines. (Ezequiel 10, 8)
Ejecuté pues la orden que había recibido. Arreglé durante el día mi equipaje de exiliado, y al atardecer hice con mi mano un hoyo en la muralla, luego salí de noche en presencia de ellos, después de haberme echado mi fardo al hombro. (Ezequiel 12, 7)
Por eso levanté mi mano contra ti, reduje tu ración y te abandoné al capricho de tus enemigos, las ciudades filisteas, que se avergonzaban de tu descarada conducta. (Ezequiel 16, 27)
Y ahora pregunta Yavé: ¿Prosperará? ¿No arrancará el otro sus raíces, cortará sus racimos y dejará que se sequen sus brotes? No necesitará de mucho esfuerzo ni de mucha mano de obra para arrancarla de raíz. (Ezequiel 17, 9)
no come la carne no desangrada, no vuelve sus ojos hacia los sucios ídolos de la casa de Israel, no ensucia a la mujer de su prójimo ni se acerca a una mujer durante su regla; no oprime a nadie, devuelve la garantía al que le debía, no comete robos, da su pan al que tiene hambre y le pone ropa al que está desnudo; no presta su dinero con interés, no cobra comisiones, aparta su mano de la injusticia, juzga conforme a la verdad cualquier problema entre un hombre y su prójimo; (Ezequiel 18, 6)
Ese día, mano en alto, juré que los haría salir de Egipto a un país que había seleccionado para ellos, un país que mana leche y miel, el más bello de todos los países. (Ezequiel 20, 6)
Yavé la dio para que la hagan relucir y para que la tomen con toda la mano; esa espada afilada y que brilla se la entregarán al verdugo. (Ezequiel 21, 16)
La suerte hace que salga Jerusalén en su mano derecha. Inmediatamente lanza un grito de guerra: "¡Emplacen las maquinarias junto a las puertas, levanten terraplenes, caven trincheras!" (Ezequiel 21, 27)
Desde su juventud en Egipto empezaron a prostituirse, metían mano en sus senos y acariciaban su pecho de muchachas. (Ezequiel 23, 3)
Ya que seguiste el camino de tu hermana, pondré también en tu mano su copa. (Ezequiel 23, 31)