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  • Entonces partió para Samaria y, llegaba a Betacad de los Pastores, (2 Reyes 10, 12)

  • Todos éstos eran hijos de Hemán, profeta del rey, que debía hacer sonar la trompa cuando llegaba la palabra de Yavé. Dios había dado a Hemán catorce hijos y tres hijas. (1 Crónicas 25, 5)

  • El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro, (2 Crónicas 9, 13)

  • Cuando le llegaba su turno, la joven podía pedir todo lo que quisiera para presentarse al rey, y pasaba de la casa de las mujeres al palacio real. (Ester 2, 13)

  • Llegaba allí al atardecer, y a la mañana siguiente era llevada a otra casa, donde estaban las concubinas del rey, que era dirigida por otro hombre castrado, llamado Saasgaz. Nunca más volvía a ver al rey, a no ser que éste deseara verla y la mandara llamar. (Ester 2, 14)

  • Cuando Trifón vio que Jonatán llegaba con un numeroso ejército, temió atacarlo. (1 Macabeos 12, 42)

  • Pues se han marchitado los campos de Jesebón y la viña de Sibma, cuyos racimos arrancaron los amos de las naciones. Ella llegaba hasta Yazer y se perdía en el desierto; sus sarmientos se extendían hasta más allá del mar. (Isaías 16, 8)

  • Un muro, alrededor de toda la Casa, la separaba del exterior. El hombre tenía en la mano una vara para medir que llegaba a los seis codos de largo. Midió esa construcción: una vara de espesor y otra de alto. (Ezequiel 40, 5)

  • Midió el vestíbulo, que llegaba a veinte codos, el atrio se extendía alrededor del pórtico. (Ezequiel 40, 14)

  • Las ventanas, el vestíbulo y las palmas tenían la misma dirección que las del pórtico del este; se llegaba a ellas por siete escalones y el vestíbulo daba al interior. (Ezequiel 40, 22)

  • Se llegaba al vestíbulo por siete peldaños, palmas decoraban los pilares de un extremo al otro. (Ezequiel 40, 26)

  • Su vestíbulo daba al patio exterior, palmas adornaban sus pilares y se llegaba a él por ocho escalones. (Ezequiel 40, 31)


“Tente percorrer com toda a simplicidade o caminho de Nosso Senhor e não se aflija inutilmente.” São Padre Pio de Pietrelcina