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  • Por lo tanto, diles de mi parte: Yo soy Yavé, que quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con intervenciones manifiestas. (Exodo 6, 6)

  • Si un hombre vende a su hija como esclava, ésta no recuperará su libertad como hace cualquier esclavo. (Exodo 21, 7)

  • Si un hombre ha herido el ojo de su esclavo o esclava, dejándolo tuerto, le dará la libertad a cambio del ojo que le sacó. (Exodo 21, 26)

  • Acuérdate de que tú también fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que Yavé, tu Dios, te dio la libertad: por esto hoy te doy este mandato. (Deuteronomio 15, 15)

  • No se te haga demasiado duro el darle la libertad, porque durante seis años ganaste con él dos veces más que con un asalariado. (Deuteronomio 15, 18)

  • Judit respondió: «Escucha mis palabras para que pueda hablar con libertad ante tu presencia. Esta noche diré sólo la verdad a mi señor. (Judit 11, 5)

  • Su vejez la pasó en casa de su marido. A su sierva le dio la libertad. Murió en Betulia a la edad de ciento cinco años y fue sepultada en el sepulcro de Manasés. (Judit 16, 23)

  • los reanimaría con discursos bonitos hablando con toda libertad. (Job 16, 5)

  • ¿Quién dejó en libertad al burro salvaje y soltó sus amarras? (Job 39, 5)

  • Concedo la libertad gratuitamente a todos los cautivos que fueron llevados de Judea a todo mi reino. A todos los hago libres de los impuestos que me deben por sus ganados. (1 Macabeos 10, 33)

  • Envió pues, los hijos y los cien talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no puso en libertad a Jonatán. (1 Macabeos 13, 19)

  • Pues tanto él como sus hermanos y la familia de sus padres han animado la resistencia, han combatido a los enemigos de Israel y le han devuelto la libertad. Grabaron el texto en tablas de bronce y lo colgaron en las columnas del monte Sión. (1 Macabeos 14, 26)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina