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  • ninguna ciudad hizo las paces con los israelitas, fuera de los jeveos de Gabaón, de manera que todas fueron conquistadas. (Josué 11, 19)

  • Josué se apoderó de todo el país, como Yavé se lo había dicho a Moisés, y se lo entregó en herencia a los israelitas para que lo repartieran entre sus tribus. Con esto el país descansó de la guerra. (Josué 11, 23)

  • Viene a continuación la lista de los reyes que los israelitas vencieron y cuyo territorio conquistaron al otro lado del Jordán, desde el río Arnón hasta el cerro Hermón con toda la Arabá del este. (Josué 12, 1)

  • y todo el territorio de los habitantes de las montañas, desde el Líbano hasta Misrefat-Maím, los cuales son sidonios. Yo soy el que los derrotaré delante de los israelitas. Por lo tanto, procura que este país pase a ser parte de la herencia de Israel, tal como te lo he ordenado. (Josué 13, 6)

  • Los israelitas no exterminaron a los de Gesuri y Macati, los cuales siguen viviendo entre ellos hasta la fecha. (Josué 13, 13)

  • así como Balaam, hijo de Beor, que los israelitas mataron entre otras víctimas. (Josué 13, 22)

  • Esto es lo que recibieron en herencia los israelitas en el país de Canaán; se lo repartieron Eleazar, el sacerdote, y Josué, hijo de Nun, y los jefes de las familias paternas de las tribus de Israel. (Josué 14, 1)

  • De este modo, dio Yavé a los israelitas toda la tierra que habitaron. (Josué 21, 43)

  • Al saber esto, toda la asamblea de los israelitas se reunieron en Silo para combatirlos. (Josué 22, 12)

  • Los israelitas mandaron a Finjas, hijo de Eleazar, (Josué 22, 13)

  • Todos quedaron satisfechos, y los israelitas dieron gracias a Yavé, olvidando su intención de combatirlos. (Josué 22, 33)

  • Los israelitas habían traído de Egipto los huesos de José. Los enterraron en Siquem, en un lugar del campo que Jacob compró a los hijos de Hemor, padre de Siquem, por cien monedas, y que quedó como herencia de los hijos de José. (Josué 24, 32)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina