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este país que Yavé entregó a la comunidad de Israel. Esta es tierra de ganado y no sotros tenemos ganado». Y agregaron: (Números 32, 4)
y Yavé, nuestro Dios, nos lo entregó y lo derrotamos junto con sus hijos y toda su gente. (Deuteronomio 2, 33)
Desde Aroer, ciudad situada sobre la pendiente del torrente Arnón, y la ciudad que está abajo, hasta Galaad, no hubo aldea ni ciudad que no tomáramos: Yavé, nuestro Dios, nos las entregó todas. (Deuteronomio 2, 36)
Y Yavé entregó en nuestras manos a Og, rey de Basán, con todo su pueblo; los derrotamos en tal forma que no quedó nadie con vida. (Deuteronomio 3, 3)
¿Y qué nación hay tan grande que tenga normas y mandamientos tan justos como esta ley que yo te entrego hoy? (Deuteronomio 4, 8)
Estas son las palabras que dijo Yavé a toda la asamblea que estaba en el monte, desde en medio del fuego y la espesa nube. Dichas palabras resonaron con estruendo y no se les añadió nada. Y luego Yavé las escribió en dos tablas de piedra que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)
Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, (Deuteronomio 6, 6)
Si obedeces puntualmente los mandamientos que te entrego hoy, si amas a Yavé, tu Dios, y me sirves con todo tu corazón y toda tu alma, (Deuteronomio 11, 13)
Moisés puso esta Ley por escrito y se la entregó a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevaban el Arca de la Alianza de Yavé, así como también a todos los jefes de Israel, (Deuteronomio 31, 9)
hasta que Yavé les dé su herencia, como se la ha dado a ustedes, y que conquisten también ellos el país que les da Yavé, nuestro Dios. Entonces ustedes regresarán a la provincia que les entregó Moisés y poseerán este país al este del Jordán.» (Josué 1, 15)
Aquel día en que Yavé le entregó a los amorreos, Josué se dirigió a Yavé, y dijo a la vista de todo Israel: «Deténte, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ayalón.» (Josué 10, 12)
Yavé la entregó con su rey a los israelitas, que la pasaron a cuchillo con todos sus habitantes sin perdonar a nadie. El rey experimentó la misma suerte que el de Jericó. (Josué 10, 30)