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  • Benjamín es un lobo sanguinario. Por la mañana devora su presa y por la tarde reparte los despojos. (Génesis 49, 27)

  • Dijo el enemigo: «Los perseguiré y los alcanzaré, los tendré a merced, llevaré sus despojos; sacaré mi espada y mi mano los matará.» (Exodo 15, 9)

  • Habiendo reunido todo el botín y los despojos, hombres y bestias, (Números 31, 11)

  • salvo la de los animales, que fueron parte del botín como los despojos de las ciudades que ocupamos. (Deuteronomio 2, 35)

  • Solamente guardamos los despojos de las ciudades y todo el ganado. (Deuteronomio 3, 7)

  • luego, amontonarás los despojos en medio de la plaza y prenderás fuego a la ciudad con todos sus despojos para cumplir la maldición de Yavé. Esta ciudad quedará convertida en un montón de ruinas para siempre, y jamás volverá a ser edificada. (Deuteronomio 13, 17)

  • pero las mujeres y niños, el ganado y las demás cosas que en ella encuentres, serán tu botín y comerás de los despojos de tus enemigos que Yavé te haya entregado. (Deuteronomio 20, 14)

  • Esto es lo que hice: Encontré entre los despojos una rica capa, de Senaar, doscientos siclos de plata y una barra de oro de cincuenta siclos. Me dejé tentar y lo tomé. Ahora lo tengo escondido en un hoyo en medio de mi tienda y la plata está debajo.» (Josué 7, 21)

  • Los israelitas se repartieron los despojos y el ganado de estas ciudades, pero pasaron a cuchillo a toda la población sin dejar a nadie con vida. (Josué 11, 14)

  • Oigan la voz de los que reparten los despojos junto al lugar donde beben los animales. Allí se cantan los favores que Dios ha hecho a Israel, cuando el pueblo de Yavé ha bajado a las puertas. (Jueces 5, 11)

  • Luego el espíritu de Yavé lo tomó: bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres. Tomó sus despojos y entregó las mudas a los que habían acertado la adivinanza; luego, muy enojado, subió a la casa de su padre. (Jueces 14, 19)

  • Y entonces Abner le dijo: «Apártate a la derecha o a la izquierda, toma a uno de los jóvenes y apodérate de sus despojos.» (2 Samuel 2, 21)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina