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  • Yo soy Yavé, y no hay otro más; yo enciendo la luz y creo las tinieblas, yo hago la felicidad y provoco la desgracia, yo, Yavé, soy el que hace todo esto. (Isaías 45, 7)

  • Pero te va a ocurrir una desgracia que no podrás evitar, una calamidad caerá sobre ti, y no podrás hacerle el quite. De repente te va a pasar algo muy grave, en lo que no pensabas. (Isaías 47, 11)

  • Quédate, pues, con tus encantamientos y con tus numerosas brujerías, a las que te has dedicado desde tu juventud. ¡A ver si te ayudan en algo, o si puedes con ellos atemorizar a la desgracia! (Isaías 47, 12)

  • Esto sí, te he puesto en el fuego, igual que la plata, y te he probado en el horno de la desgracia. (Isaías 48, 10)

  • Israel era la cosa sagrada de Yavé, la parte mejor de su cosecha. Quien comiera de sus frutos tenía que pagar y pronto le venía la desgracia -palabra de Yavé. (Jeremías 2, 3)

  • que dicen a un palo: «Tú eres mi padre», y a una piedra: «Tú me diste la vida.» Ellos me dan la espalda, en vez de mostrarme su cara. Pero cuando les pase una desgracia, gritarán diciéndome: «¡Levántate, sálvanos!» (Jeremías 2, 27)

  • Pues, ¿dónde están tus dioses que tú mismo hiciste? ¡A ver si te salvan en el tiempo de tu desgracia! Porque tus dioses, pueblo de Judá, son tan numerosos como tus ciudades. (Jeremías 2, 28)

  • Icen banderas como señales hacia el lado de Sión ¡Huyan, no se paren!» Pues yo traigo del norte la desgracia y una catástrofe inmensa. (Jeremías 4, 6)

  • Salgan de Jerusalén, a refugiarse, hijos de Benjamín. Que resuene la trompeta en Tecoa; coloquen una señal en Betqueren, pues por el Norte se asoma una desgracia como una inmensa catástrofe. (Jeremías 6, 1)

  • Dejen de oprimir al extranjero, al huérfano y a la viuda. No manchen este lugar con sangre de gente asesinada. No vayan en pos de otros dioses, para desgracia de ustedes. (Jeremías 7, 6)

  • ¡Que vayan, entonces, las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén a clamar a los dioses a los que quemaban incienso! Estos dioses no les darán ningún socorro cuando les pase la desgracia. (Jeremías 11, 12)

  • En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni eleves por él súplicas ni oraciones; porque no los voy a oír cuando me llamen en el momento de la desgracia.» (Jeremías 11, 14)


“Mantenha-se sempre muito unido à Igreja Católica, pois somente ela pode lhe dar a verdadeira paz, porque somente ela possui Jesus Sacramentado que é o verdadeiro príncipe da paz.” São Padre Pio de Pietrelcina