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  • Le respondieron: «Somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices: "Ustedes serán libres"?» (Evangelio según San Juan 8, 33)

  • Yo sé que ustedes son descendientes de Abrahán, pero mi palabra no tiene acogida en ustedes, y por eso tratan de matarme. (Evangelio según San Juan 8, 37)

  • Pero era profeta y Dios le había jurado que uno de sus descendientes se sentaría sobre su trono. Sabiéndolo, (Hecho de los Apóstoles 2, 30)

  • Pero no; es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, el que acaba de glorificar a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y, cuando Pilato decidió dejarlo en libertad, renegaron de él. (Hecho de los Apóstoles 3, 13)

  • Dios le habló así: "Tus descendientes vivirán en tierra extranjera y serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. (Hecho de los Apóstoles 7, 6)

  • Luego hizo con él el pacto de la circuncisión. Y así, al nacer su hijo Isaac, Abrahán lo circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac con Jacob, y Jacob con los doce patriarcas. (Hecho de los Apóstoles 7, 8)

  • Al enterarse Jacob de que había trigo en Egipto, mandó allí a nuestros padres una primera vez. (Hecho de los Apóstoles 7, 12)

  • Luego José mandó buscar a su padre Jacob con toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas. (Hecho de los Apóstoles 7, 14)

  • Jacob entonces bajó a Egipto, donde murió él, y más tarde también nuestros padres. (Hecho de los Apóstoles 7, 15)

  • «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.» Moisés sintió tanto miedo que no se atrevía ni a mirar. (Hecho de los Apóstoles 7, 32)

  • David agradó a Dios y quiso darle un lugar donde descansara entre los hijos de Jacob. (Hecho de los Apóstoles 7, 46)

  • Hermanos israelitas, hijos y descendientes de Abrahán, y también ustedes los que temen a Dios, a todos nosotros se nos ha dirigido este mensaje de salvación. (Hecho de los Apóstoles 13, 26)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina