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  • como el navío que corta la espuma del mar, y de cuyo paso no queda huella alguna, ni marca de su quilla en las olas. (Sabiduría 5, 10)

  • O como el pájaro que atraviesa el espacio y cuyos vestigios de su carrera nadie encuentra, que no deja ninguna señal de su trayecto. Sus plumas rozaron el aire leve, un silbido se produjo al partirlo, batiendo sus alas se abrió camino, pero después, ¿quién encontró alguna huella de su vuelo? (Sabiduría 5, 11)

  • Porque la grandeza y la belleza de las criaturas dan alguna idea del Que les dio el ser. (Sabiduría 13, 5)

  • La violencia injusta no tiene excusa alguna; se destruye por sus propios excesos. (Sirácides (Eclesiástico) 1, 22)

  • Profundiza lo que se te ha mandado, no tienen necesidad alguna de conocer los misterios ocultos. (Sirácides (Eclesiástico) 3, 22)

  • ni lo crean cuando trata de que ustedes confíen en Yavé. Que no les diga a ustedes que Yavé los librará sin duda alguna y no permitirá que esta ciudad caiga en manos del rey de Asur. (Isaías 36, 15)

  • Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti. (Isaías 49, 15)

  • ustedes que se calientan a la sombra de los arrayanes o bajo cualquier árbol frondoso; que sacrifican niños en las quebradas, en el hueco de alguna roca? (Isaías 57, 5)

  • A veces yo hablo respecto de algún reino o de alguna nación, amenazando con destruir y arrancar. (Jeremías 18, 7)

  • Otras veces, yo hablo respecto de alguna nación, o de algún reino, prometiendo edificar y plantar. (Jeremías 18, 9)

  • ¿Acaso asistieron a alguna reunión conmigo? ¡Entonces, que transmitan mis palabras a mi pueblo, que lo hagan volverse de su mal camino y de sus obras perversas! (Jeremías 23, 22)

  • Y si alguna de ellas, atraída por algún pasajero, ha dormido con él, reprocha a su compañera por no haber sido escogida como ella y porque no ha sido roto su cinto. (Baruc 6, 43)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina