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  • Estas piedras llevarán los nombres de los hijos de Israel; doce nombres estarán grabados en ellas, según las doce tribus: en cada piedra, un nombre. (Exodo 28, 21)

  • Yavé dijo a Moisés: «Labra dos tablas de piedra parecidas a las primeras y yo escribiré las palabras que había en las primeras que tú rompiste. (Exodo 34, 1)

  • Moisés labró dos tablas de piedra semejantes a las anteriores, como lo había ordenado Yavé, y de madrugada subió al monte Sinaí llevando en sus manos las dos tablas de piedra. (Exodo 34, 4)

  • Las piedras eran doce, correspondientes a los nombres de los hijos de Israel, y grabadas cada piedra con el nombre de cada uno de ellos conforme a las doce tribus. (Exodo 39, 14)

  • Este será para ustedes un rito perpetuo. En el mes séptimo, el día décimo, ustedes ayunarán y no harán trabajo alguno, tanto el israelita como el forastero que viva con ustedes. (Levítico 16, 29)

  • Por eso he dicho a los hijos de Israel: «Ninguno de ustedes comerá sangre, ni tampoco el forastero que viva entre ustedes.» (Levítico 17, 12)

  • Teniendo ya mujer, no tomarás a su hermana para ponerla celosa, teniendo relaciones con su hermana mientras viva ella.. (Levítico 18, 18)

  • Cuando un forastero viva junto a ti, en tu tierra, no lo molestes. (Levítico 19, 33)

  • Al forastero que viva con ustedes lo mirarán como a uno de ustedes y lo amarás como a ti mismo, pues ustedes también fueron forasteros en Egipto: ¡yo soy Yavé, tu Dios! (Levítico 19, 34)

  • Si se prostituye la hija de un sacerdote, se profana a sí misma y a su padre: será quemada viva. (Levítico 21, 9)

  • Ningún extraño comerá de las cosas sagradas; el que viva en casa del sacerdote o que trabaje a su servicio, no comerá de las cosas sagradas. (Levítico 22, 10)

  • Lo mismo vale para el extranjero y para cualquier persona que viva con ustedes: seguirá esta norma igual que ustedes cuando ofrezca a Yavé un sacrificio por el fuego de agradable olor, y esto será de generación en generación. (Números 15, 14)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina