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Siguió las huellas de Asá, su padre, y no se desvió nunca de ellas, portándose correctamente a los ojos de Yavé. (1 Reyes 22, 43)
Confió en Yavé más que cualquiera de los reyes de Judá que lo precedieron o que le sucedieron y nunca se alejó de él. (2 Reyes 18, 5)
Yavé engrandeció en gran manera a Salomón a los ojos de todo el pueblo de Israel, y le dio un reinado glorioso como nunca había tenido ninguno de los que habían tenido el mando en Israel antes que él. (1 Crónicas 29, 25)
por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.» (2 Crónicas 1, 12)
Ahora, pues, Yavé, Dios de Israel, cumple a favor de tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste cuando dijiste: Nunca será quitado de mi presencia el de los tuyos que te suceda sentado en el trono de Israel, con tal de que tus hijos sigan tu camino y anden en mi Ley, como tú has andado delante de mí. (2 Crónicas 6, 16)
Dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca se vieron aromas como los que la reina de Saba dio al rey Salomón. (2 Crónicas 9, 9)
Con la madera de sándalo el rey hizo pisos para la casa de Yavé y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se había visto nunca en la tierra de Judá semejante madera. (2 Crónicas 9, 11)
El rey de Israel le dijo: «Sí, hay un hombre por quien podríamos consultar a Yavé, pero yo le tengo odio, pues nunca me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Jimlá.» Josafat lo reprendió: «No hables de esta manera.» (2 Crónicas 18, 7)
El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien, sino el mal?» (2 Crónicas 18, 17)
En el mes de Nisán, el año veinte del rey Artajerjes, estaba cumpliendo mi oficio de copero. Tomé el vino y lo presenté al rey. Anteriormente, nunca había estado triste ante él. (Nehemías 2, 1)
El pueblo de Judá decía: «Ya fallan las fuerzas de los cargadores y todavía quedan muchos escombros, nunca podremos rehacer la muralla.» (Nehemías 4, 4)
Pero nunca temas dar. Así te prepararás un tesoro para el día de la necesidad, (Tobías 4, 9)