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El monarca logró que la plata abundara en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros en la Sefela. (I Reyes 10, 27)
El rey Asá convocó a todo Judá, sin excepción alguna; y se llevaron las piedras y el maderamen con que Basá fortificaba Ramá para fortificar con ello Guibeá de Benjamín y Mispá. (I Reyes 15, 22)
tomó doce piedras, una por cada tribu de los hijos de Jacob, a quien había dicho: "Te llamarán Israel", (I Reyes 18, 31)
Entonces cayó fuego del Señor y devoró el holocausto, la leña, las piedras y el polvo y secó el agua de la zanja. (I Reyes 18, 38)
Miró en derredor, y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras ardiendo y un vaso de agua. Comió, bebió y luego se volvió a acostar. (I Reyes 19, 6)
o cometiese tan grandes abominaciones dando culto a los ídolos, imitando a los amorreos, que el Señor había echado delante de los israelitas. (I Reyes 21, 26)
Destruiréis todas las ciudades amuralladas, talaréis todos los árboles frutales, cegaréis todos los manantiales de agua y devastaréis con piedras todos los mejores campos". (II Reyes 3, 19)
Demolieron las ciudades y llenaron de piedras los campos fértiles; cegaron todos los manantiales de agua y talaron todos los árboles frutales, hasta que no quedó más que Quir Jareset. Los honderos la cercaron y la atacaron. (II Reyes 3, 25)
Jazael replicó: "¿Pues qué es tu siervo, este perro, para realizar hazañas tan grandes?". Y Eliseo respondió: "El Señor me ha revelado que tú serás el rey de Siria". (II Reyes 8, 13)
Ajab tenía setenta hijos en Samaría, y Jehú escribió cartas y las envió a Samaría a los grandes de la ciudad, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Ajab, diciendo: (II Reyes 10, 1)
Así que el mayordomo de palacio, los grandes de la ciudad, los ancianos y los tutores mandaron a decir a Jehú: "Somos tus siervos; haremos lo que nos mandes. A nadie proclamaremos rey; haz lo que quieras". (II Reyes 10, 5)
Entonces les escribió una segunda carta, diciendo: "Si estáis conmigo y me obedecéis, tomad las cabezas de los hijos de vuestro señor y mañana, a estas horas, venid a mí a Yezrael". Los setenta hijos del rey estaban con los grandes de la ciudad que los educaban. (II Reyes 10, 6)