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Ella ejerce todo el poder de la primera bestia en su presencia y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada. (Apocalipsis 13, 12)
porque todas las naciones han bebido el vino de su ardiente lujuria, los reyes de la tierra han adulterado con ella y los comerciantes de la tierra se han enriquecido por su lujo desenfrenado. (Apocalipsis 18, 3)
Oí otra voz que venía del cielo y decía: Sal de ella, oh pueblo mío, para que no seas solidario de sus pecados y no participes de sus plagas; (Apocalipsis 18, 4)
Pagadle con su misma moneda, dadle el doble de lo que ha hecho; en la copa en que ella ha vertido, verted el doble; (Apocalipsis 18, 6)
cuanto se ha procurado de gloria y de lujo, dadle de tormento y de duelo. Porque ella dice en su corazón: Estoy sentada como reina, y no soy viuda; no conoceré jamás el duelo, (Apocalipsis 18, 7)
por eso en un solo día lloverán sobre ella las plagas, la muerte, el duelo y el hambre; ella será consumida por el fuego, porque es un poderoso señor el Dios que la ha condenado. (Apocalipsis 18, 8)
Los reyes de la tierra, que han adulterado con ella y han participado del orgullo de su lujo, cuando vean el humo de su incendio llorarán y se lamentarán sobre ella, (Apocalipsis 18, 9)
Los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque ninguno comprará ya sus mercancías: (Apocalipsis 18, 11)
Alégrate sobre ella, ¡oh cielo!; y vosotros, santos, apóstoles y profetas, porque Dios, al condenarla, ha vengado vuestra causa. (Apocalipsis 18, 20)
y en ella se ha encontrado la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que han sido degollados en la tierra. (Apocalipsis 18, 24)
porque sus sentencias son objetivas y justas, porque ha castigado a la gran prostituta que corrompía la tierra con su prostitución; él ha vengado en ella la sangre de sus siervos. (Apocalipsis 19, 2)
Pero la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta, que con sus prodigios ante la otra bestia había seducido a los que llevaban la marca de la bestia y habían adorado su estatua. Y fueron arrojadas vivas las dos a un estanque de fuego, de azufre ardiente. (Apocalipsis 19, 20)