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  • por su sola palabra se multiplicaban los prodigios. El Señor lo glorificó en presencia de los reyes, le dio mandamientos para su pueblo y le dejó ver un reflejo de su gloria. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 3)

  • Dejó que entrara en su misterio ese hombre fiel y amable, al que había escogido entre todos. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 4)

  • Entonces el Señor hizo resonar su trueno en el cielo y dejó oír su voz con gran estruendo. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 17)

  • Cuando Salomón fue a descansar con sus padres, dejó como sucesor al más loco del pueblo, a un hombre sin inteligencia: ese Roboam, con sus decisiones, fue el culpable de la revuelta del pueblo. (Sirácides (Eclesiástico) 47, 23)

  • Hizo que cayera sobre ellos el hambre, su amor lleno de celo los redujo casi a la nada. 3¡Una palabra del Señor, y el cielo retenía la lluvia! Tres veces además dejó caer el rayo. (Sirácides (Eclesiástico) 48, 2)

  • Inspirado de manera extraordinaria, Isaías vio lo que iba a pasar y dejó un mensaje a los afligidos de Sión. (Sirácides (Eclesiástico) 48, 24)

  • También Nehemías dejó un gran recuerdo: volvió a levantar nuestras murallas en ruinas, restauró nuestras puertas y sus cerrojos, reconstruyó nuestras casas. (Sirácides (Eclesiástico) 49, 13)

  • O bien, ¿a quién debo yo dinero, y a quién los he vendido? Por culpa de sus pecados fueron vendidos y por sus infidelidades me divorcié de su madre. ¿Por qué, cuando llegué, no encontré a nadie, y cuando llamé, nadie me respondió? ¿Se me habrá acortado el brazo, que no alcanza a salvar, o será que ya no tengo fuerzas? Con un solo gesto dejo seco el mar y cambio los ríos en desiertos. Sus peces, sin agua, quedan en seco y mueren de sed. (Isaías 50, 2)

  • ¡Mientras que los hijos de Jonadab, hijo de Recab, cumplieron la orden que les dejó su padre, este pueblo, en cambio, ni siquiera se ha parado a escucharme! (Jeremías 35, 16)

  • En cuanto a los pobres, que no poseían ninguna cosa, los dejó en la tierra de Judá, dándoles, al mismo tiempo, viñas y campos. (Jeremías 39, 10)

  • Ahora viene lo que Yavé le habló a Jeremías, después que Nebuzardán, comandante de la guardia, lo dejó en libertad, cuando, en Ramá, lo sacó de en medio de los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban desterrados a Babilonia, entre los cuales se encontraba encadenado. (Jeremías 40, 1)

  • El pueblo de Sión dice: «Me comió y me chupó el rey de Babilonia; me dejó como un plato vacío, me tragó igual que un dragón, se llenó su estómago con mis mejores presas. (Jeremías 51, 34)


“Comunguemos com santo temor e com grande amor.” São Padre Pio de Pietrelcina