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¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez a la estrella!. Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. (Evangelio según San Mateo 2, 10)
La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría. (Evangelio según San Mateo 13, 20)
El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo. (Evangelio según San Mateo 13, 44)
Y si logra encontrarla, yo les digo que ésta le dará más alegría que las noventa y nueve que no se extraviaron. (Evangelio según San Mateo 18, 13)
El patrón le contestó: «Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te voy a confiar mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón.» (Evangelio según San Mateo 25, 21)
El patrón le dijo: «Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón». (Evangelio según San Mateo 25, 23)
Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. (Evangelio según San Mateo 28, 8)
Otros reciben la palabra como un terreno lleno de piedras. Apenas reciben la palabra, la aceptan con alegría; (Evangelio según San Marcos 4, 16)
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. (Evangelio según San Lucas 1, 44)
Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. (Evangelio según San Lucas 2, 10)
Lo que cayó sobre la roca son los que, al escuchar la palabra, la acogen con alegría, pero no tienen raíz; no creen más que por un tiempo y fallan en la hora de la prueba. (Evangelio según San Lucas 8, 13)
Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. (Evangelio según San Lucas 15, 7)
