Löydetty 156 Tulokset: propia

  • porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? (I Timoteo 3, 5)

  • Si la viuda tiene hijos o nietos, ellos, antes que nadie, son los que deben cuidar de su propia familia y de recompensar a sus progenitores por los beneficios que han recibido de ellos, pues esto es lo que Dios quiere. (I Timoteo 5, 4)

  • La primera alianza tenía una liturgia propia y un santuario terrestre. (Hebreos 9, 1)

  • y entró de una vez para siempre en el santuario, no con sangre de machos cabríos y de becerros, sino con su propia sangre, adquiriéndonos una liberación eterna. (Hebreos 9, 12)

  • siguiendo el camino nuevo y viviente que él ha inaugurado a través de la cortina, es decir, de su propia carne, (Hebreos 10, 20)

  • Nuestros padres nos educaron lo mejor que pudieron para un tiempo limitado, mientras que Dios lo hace para nuestro verdadero provecho, para comunicarnos su propia santidad. (Hebreos 12, 10)

  • Por eso también Jesucristo, para santificar al pueblo por su propia sangre, murió fuera de la ciudad. (Hebreos 13, 12)

  • El poder divino nos ha otorgado todo lo necesario para la vida y la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado por su propia gloria y su grandeza. (II Pedro 1, 3)

  • pues los profetas nunca hablaron por su propia cuenta, sino que hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo. (II Pedro 1, 21)

  • de hecho, así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en éstas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen con el resto de la Sagrada Escritura. (II Pedro 3, 16)

  • y ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el día del juicio final, a los ángeles que no guardaron su condición privilegiada y perdieron su propia mansión; (Judas 1, 6)

  • y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el rey de los reyes de la tierra. A aquel que nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su propia sangre, (Apocalipsis 1, 5)


“O Santo Sacrifício da Missa é o sufrágio mais eficaz, que ultrapassa todas as orações, as boas obras e as penitências. Infalivelmente produz seu efeito para vantagem das almas por sua virtude própria e imediata.” São Padre Pio de Pietrelcina