Löydetty 147 Tulokset: nunca
Sí; me alegraré en Jerusalén, me regocijaré en mi pueblo, y ya nunca se oirá en ella voz de llanto ni grito de lamento. (Isaías 65, 19)
¡Oh espada del Señor!, ¿nunca descansarás? ¡Vuelve a tu vaina, detente, cálmate! (Jeremías 47, 6)
Yo castigaré a Bel en Babilonia y arrancaré de sus fauces lo que ha devorado. Hacia él no afluirán nunca más las naciones. Ya se ha desplomado la muralla de Babilonia. (Jeremías 51, 44)
Y estableceré con ellos una alianza eterna: yo seré su Dios, ellos serán mi pueblo, y no volveré a echar nunca más a mi pueblo Israel de la tierra que les di. (Baruc 2, 35)
¿Los que juegan con las aves del cielo, los que acumulan la plata y el oro, en que confían los hombres y nunca se cansan de adquirirlas; (Baruc 3, 17)
te precipitaré con los que han bajado a la fosa, con las generaciones del pasado; te haré habitar en las profundidades de la tierra, en las soledades perpetuas, con los que yacen en la fosa, a fin de que no seas restablecida nunca en la tierra de los vivos. (Ezequiel 26, 20)
Junto al río crecerán, a una y otra margen, toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyo fruto no se agotará nunca. Todos los meses darán frutos nuevos, porque sus aguas manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de medicina. (Ezequiel 47, 12)
Se le dio poder, gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder era un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás. (Daniel 7, 14)
Comeréis hasta hartaros, y alabaréis el nombre del Señor, vuestro Dios, que ha obrado con vosotros maravillas. Nunca más mi pueblo será cubierto de vergüenza. (Joel 2, 26)
Sabréis que en medio de Israel estoy yo; que yo, el Señor, soy vuestro Dios y no hay otro. Nunca más mi pueblo será cubierto de vergüenza. (Joel 2, 27)
El Señor es justo en medio de ella, no hace nada injusto; cada mañana dicta su sentencia, nunca falta al alba; pero el malvado no conoce la vergüenza. (Sofonías 3, 5)
Y haré fuerte a la casa de Judá y victoriosa a la casa de José. Les haré retornar a la patria, siento compasión por ellos; serán como si no los hubiese nunca rechazado. (Zacarías 10, 6)